Por muchos buques de crucero que haya ido a ver llegar o partir de la ciudad, por muchas escalas inaugurales realizadas por modernos buques de pasaje que alcanzaron un gran impacto mediático en su momento o por mucha repercusión que levantaran las visitas de aquellos navíos históricos hoy en día retirados o en el peor de los casos convertidos en chatarra, nada se puede comparar a lo vivido el pasado 27 de septiembre en la ciudad de Vigo con la llegada del que a día de hoy es el buque de pasaje más grande de la historia; les hablo del Oasis of the Seas que hace unas jornadas hacía su estreno en la comunidad gallega generando, como cabía esperar, una expectación jamás vista antes en todo lo relacionado con este tipo de tráficos. La fecha ya figura para siempre en los libros de historia del puerto y de la urbe olívica.

El pasado 27 de septiembre el Oasis of the Seas inscribió su nombre con letras de oro en la historia de los puertos gallegos.

La fecha aparecía marcada en el calendario de shipspotters y aficionados al mundo naval desde hacía varios meses, desde que la naviera Royal Caribbean dio la noticia que provocó una auténtica revolución en la comunidad crucerística; el Oasis of the Seas, el mayor ingenio flotante jamás creado en la historia de la navegación comercial, dejaría temporalmente su habitual lugar de trabajo en el Caribe para recalar en el viejo continente. El motivo de tan inesperada visita tiene que ver como casi todo lo que rodea a esta nave, con su increíble tamaño; el Oasis cumple en 2014 su 5º año de vida y con el objetivo de llevar a cabo los obligados trabajos de mantenimiento además de realizar diversos trabajos que incluyen el repintado de la nave y el reemplazamiento de uno de sus motores es necesario mandar a esta bestia de los mares a dique seco.

El problema es que el continente americano no ofrece unas instalaciones especializadas en este tipo de buques lo suficientemente grandes para albergar a este coloso. La solución ha sido traerlo a Europa y los elegidos para llevar a cabo el reto los prestigosos astilleros holandeses de Keppel Verolme en la ciudad de Rotterdam, un gigante del sector con más de medio siglo de experiencia que ya se encargó de otros trabajos para esta naviera como el alargamiento del Enchantment of the Seas y donde este gigante será sometido a las reparaciones oportunas en un tiempo récord de dos semanas.

El Oasis of the Seas entró en el dique seco de Keppel Verolme el pasado 1 de octubre.
(Fuente: Keppel Verolme)

Conscientes de la repercusión que traería la noticia los dirigentes de Royal Caribbean planificaron para este gigante una minigira de mes y medio de duración por Europa con un total de cuatro travesías, dos transatlánticas de ida y vuelta al Caribe, otra por el Mediterráneo y la singladura rumbo a los astilleros neerlandeses que lo trajo a Vigo el pasado sábado. España es uno de los países donde más veces tocará puerto el Oasis; Barcelona, Málaga y Vigo han sido las ciudades agraciadas (y por partida doble) con este particular premio «gordo». La iniciativa de la naviera ha resultado ser todo un éxito: tal es el tirón mediático de este buque que los pasajes para estos cruceros se vendieron en muy pocos días tras su puesta a la venta ya hace bastantes meses.

La iniciativa de traer el Oasis of the Seas a Europa ha resultado ser un rotundo éxito para su naviera.

Venía de asombrar con su presencia en Barcelona días atrás, de colapsar la ciudad de Málaga en la escala anterior y estaba claro desde el primer momento que iba a provocar el mismo efecto en la ciudad olívica. Todas las previsiones se desbordaron. Cientos de personas en los alrededores de la ría, en el muelle del Berbés y en las inmediaciones del muelle de trasatlánticos esperando la llegada del coloso; podría pensarse que lo habitual a la llegada de uno de estos buques que cuentan siempre con una pequeña «troupe» de seguidores. Un pequeño detalle marcaba esta vez la diferencia: el reloj señalaba las seis y media de la madrugada y la noche reinaba todavía sobre la ciudad de Vigo. Lo nunca visto. Pero el madrugón bien valió la pena. Pese a su descomunal envergadura el Oasis maniobró por sus propios medios y sobre las siete de la mañana se hallaba ya comodamente instalado ocupando gran parte de los 750 metros de la línea de atraque del muelle de trasatlánticos. El barco de los barcos acababa de llegar por primera vez a Vigo.

Viéndolo amarrado a los norays del muelle era el momento de observarlo con detenimiento para hacer una primera valoración y a buen seguro que a los más puristas no les gustó en absoluto. Lo entiendo. Hace ya muchos años que las principales navieras del sector de los cruceros dejaron de construír barcos para dedicarse a ofrecer auténticos resorts flotantes cuyo único parecido con un buque de verdad es su flotabilidad y capacidad de propulsión. No contentos con ello las principales compañías iniciaron una frenética carrera por ver quien poseía el ingenio mecánico más grande de todos y la cosa hace tiempo que se les fue de las manos. Ya en 1999 la propia Royal Caribbean, la propietaria del buque que hace unos días causó sensación en Vigo, dio un golpe de autoridad al poner en servicio el Voyager of the Seas, un barco que por aquel entonces superaba a la competencia por bastante margen. Tomando este buque como base continuaron construyendo sucesivas unidades mejoradas y aumentadas en tamaño llegando al culmen con este oasis de los mares con el que la compañía americana ha dejada zanjada la cuestión del tamaño posiblemente por unos cuantos años. Nadie osa (al menos de momento) plantearse siquiera un buque que alcance las medidas del que vemos en estas fotos.

La diferencia de magnitud del Oasis of the Seas respecto a las naves que le preceden pocas veces se ha visto en la historia de la industria crucerística moderna.

Pero por más que nos asombren sus dimensiones la esencia que destilaban los antaño gigantes de los mares se ha perdido por completo; a medida que nos acercamos al Oasis of the Seas más difícil se vuelve mantener la perspectiva de que nos hallamos ante un barco. Un paseo por su costado, algo que es factible en el puerto de Vigo gracias a la colocación de su vallado de seguridad (¿por qué no hacen los mismo en A Coruña?) confirma esta afirmación; alzar la vista hasta que las cervicales dicen basta y ver unas sucesión de pisos, la mayoría de ellos (ocho) atiborrados de balcones provoca que inmediatamente pensemos en un complejo de apartamentos situados en primera línea de costa más que en un buque. No ayuda para nada tampoco el casco pintado de un incoherente color azul celeste, muy adecuado desde luego para visitar la ciudad olívica pero completamente fuera de lugar y por supuesto muy alejado de los habituales colores de las naves de estas características. Tan sólo ciertos detalles como los enormes botes salvavidas nos devuelven a la realidad de que realmente el enorme objeto que tenemos ante nuestros ojos pertenece a esa especie llamada buque de crucero.

Para muestra un «botón»: Uno de los nueve botes salvavidas del costado de estribor  del Oasis of the Seas. En ellos también se pone de manifiesto el enorme tamaño de este coloso ya que cada uno puede albergar a un máximo de 370 personas, más que la capacidad de pasajeros de algunos cruceros.

En resumen el Oasis of the Seas no es un barco bonito, es desproporcionado, carente de gracia, tiene el mismo color que los pitufos y cuanto más te acercas a él menos recuerda a lo que en realidad es. Es una crítica que no sólo se aplica a este buque: casi todas las nuevas construcciones de la industria crucerística pecan de lo mismo porque desde hace ya mucho tiempo poco o nada les importa a las navieras el que sus naves tengan forma de buques o luzcan una imagen atractiva. Ahora se trata de meter cuanta más gente mejor en un espacio cerrado y con el mayor número posible de entretenimientos a bordo para que los pasajeros pasen el máximo de tiempo gastando sin acordarse ni siquiera de bajar a tierra cuando hacen escala en los puertos. Bienvenidos a la industria crucerística del siglo XXI donde el barco es el destino en sí mismo.

Pese a su espectacular tamaño las formas no son atractivas y la elección del color, cuestionable.

A la vista de todo lo que acabo de decir cabría pensar que la experiencia vivida el pasado día 27 en el puerto vigués fue todo un fiasco pero nada más lejos de la realidad; está claro que cualquier parecido del Oasis of the Seas con un barco en el sentido más tradicional del término es pura coincidencia pero ver este objeto creado por el ser humano es una experiencia digna de ser vivida  porque indiscutiblemente es una obra de ingeniería naval brutal.

Y aquí lo dejamos por el momento. En la segunda parte de este reportaje especial entraremos en el frío mundo de los números que son los que a fin de cuentas convierten al Oasis of the Seas en el mayor buque de cruceros del mundo…. ¿o quizá no?…