Redes sociales, impresión 3D, coches sin conductor, robótica, big data… Resulta practicamente imposible pasar un sólo día de nuestras vidas sin mencionar u oír alguno de estos términos que ya están tan incorporados (y más que lo estarán) en nuestras vidas. Por eso la entrada de hoy es practicamente como hacer un viaje en el tiempo para hablar de un objeto de otra época. Algo que parece imposible que pueda tener cabida en el mundo tecnológico de hoy. Un anacronismo flotante. El protagonista de hoy es el buque Marco Polo con motivo de su visita a la ciudad del pasado jueves.

Hoy viajemos al pasado a bordo del Marco Polo.

Procedente de Bristol-Avonmouth, puerto base de la mayor parte de sus rutas, el Marco Polo llegó a aguas coruñesas a una hora poco usual para este tipo de naves: la una de la tarde, lo que permitió que la maniobra de entrada y posterior atraque en el muelle de trasatlánticos pudiera ser seguida por gran cantidad de curiosos que a esa hora de la mañana paseaban tranquilamente por las inmediaciones de la costa coruñesa. Tras finalizar la operación, que el buque completó sin asistencia de ningún remolcador aún con un giro de 180 grados en aguas interiores incluído (lo que demuestra sus buenas condiciones pese a que sobrepasa las cinco décadas de vida marinera) los aproximadamente 800 pasajeros que viajaban a  bordo del veterano navío pudieron bajar a tierra para conocer los principales atractivos de nuestra ciudad.

El Marco Polo atracó el pasado jueves sobre la una de la tarde.

El Marco Polo y su casi millar de pasajeros que lleva a bordo se encuentran estos días realizando un crucero de 15 noches de duración cuyo pistoletazo de salida se dio hace 4 días en el citado puerto británico y en cuya travesía la ciudad de A Coruña ha sido su primera parada. Tras ésta el buque operado por la naviera Cruise & Maritime Voyages puso rumbo a las Azores, en concreto al puerto de Horta, adonde llegará a primera hora de mañana. No será la única parada en el famoso archipiélago del anticiclón ya que allí también hará escala en Praia da Victoria y en su capital, Ponta Delgada. Tras ésta última recalada el Marco Polo se dirigirá a Funchal, ya en el archipiélago de Madeira y posteriormente iniciará el camino de regreso a tierras británicas no sin antes detenerse en Lisboa y Oporto. Si no hay novedad el navío finalizará su presente singladura el próximo 19 de abril en el puerto de Bristol.

A Coruña fue la primera parada de la actual travesía que se encuentra realizando el Marco Polo.

Uno de los campos en los que las nuevas tecnologías citadas en el primer párrafo de este post han modificado radicalmente el panorama es en el campo del ocio, ámbito que se ha transformado de manera tan drástica en un intervalo de tiempo tan corto que es difícil pronosticar que nos ofrecerá a medio plazo. La realidad virtual hace ya mucho tiempo que llegó para quedarse y ofrece espectáculos asombrosos que pueden ser visualizados en pantallas con una calidad de imagen impensable hace no tanto tiempo. Y ésto es tan sólo un pequeño ejemplo. Es tal el aluvión tecnológico destinado a la diversión y tan efímera su vida útil que muchas novedades se quedan obsoletas a los pocos meses de aparecer y han creado en muchas personas una necesidad irreal por poseer el artilugio más novedoso para estar siempre a la última. Quizás por un hartazgo en el exceso de oferta o quien sabe si en un simple gesto de nostalgia por los viejos tiempos mucha gente rehúye de tanto «gadget» y prefiere quedarse con el objeto al que dicha tecnología pretendía (o había conseguido según el caso) sustituír. Así en un pendrive de gran capacidad podemos tener la discografía entera de varios de nuestras bandas de culto pero siempre hay quien prefiere los originales discos de vinilo y su genuíno sonido para escuchar sus canciones favoritas. También el libro electrónico se instaló en nuestras vidas hace unos años  pero para muchos el sencillo gesto de pasar las hojas de papel de un libro real es algo tan intrínsesacamente unido al acto mismo de leer que resulta imposible entender el uno sin el otro.

En la industria crucerística también tienen lugar estas dos corrientes antagónicas. Los modernos megacruceros recién salidos de los astilleros compiten entre ellos por ofrecer la mayor y más llamativa oferta de ocio llegando a presentar «gadgets» que hace unos años hubiéramos juzgado como imposibles de ver en alta mar. Un ejemplo: Hace unos días Celebrity Cruises daba a conocer algunos detalles acerca de su futura clase de buques, la Edge Class, que ofrecerá importantes novedades nunca antes vistas en el sector de los cruceros. La más llamativa sin dudas es la «Magic Carpet» (literalmente la «alfombra mágica»), una plataforma de 100 toneladas situada en los costados del barco y que presentará la peculiaridad de ascender y descender desde las cubiertas más altas hasta la línea de flotación permitiendo a sus 90 ocupantes degustar una agradable comida disfrutando de unas vistas de vértigo o bien cenar al atardecer a nivel del mar y con la sensación de hacerlo fuera del propio barco. Muchos lectores juzgarán este mecanismo como bastante absurdo y posiblemente tengan razón pero de cosas como ésta se nutre hoy esta industria que precisamente vive en la actualidad su momento más exitoso, así que no seré yo el que juzgue como errónea esta tendencia.

La nueva clase Edge de Celebrity Cruises incorporará como novedad más llamativa un bar-ascensor que se moverá en la vertical sobre unos raíles dependiendo del momento del día.
(Fuente: cruise.co.uk)

En oposición a todo este arsenal de tecnología tenemos a nuestro protagonista de hoy. Un anacronismo flotante en toda regla que encabeza una pequeña lista de navíos «rebeldes» dedicados a la navegación de placer y que no buscan competir con las anteriormente mencionadas megaciudades flotantes de última generación, en primer lugar porque no podrían pero en segundo, y más importante, porque no quieren. Ésto no quiere decir que en el caso concreto del Marco Polo a bordo no haya lugar para la diversión aunque quizás ésta deba ser entendida de un modo más convencional: por citar algunos ejemplos los turistas que viajen en nuestro protagonista de hoy pueden disfrutar de talleres de pintura o joyería, conferencias sobre diversos temas a cargo de algún invitado especial y en las que pueden intervenir el público, monólogos de humor o los ya más habituales espectáculos de cabaret por las noches o de música de piano en directo en alguno de sus bares. Evidentemente hay que entender esta oferta de ocio dentro del contexto de la clientela tipo de la naviera Cruise & Maritime Voyages, que suele peinar canas.

Pero dejando de lado todas estas actividades, el principal atractivo que ofrece el Marco Polo es sin lugar a dudas la travesía en sí misma; la experiencia de la viajar a bordo de unos de los barcos más emblemáticos de cuantos surcan los mares realizando la navegación más tradicional que se puede vivir hoy en día en un buque de pasaje si exceptuamos a aquellos que van propulsados a vela.

Realizar un crucero en el Marco Polo es toda una experiencia inolvidable.

Sin practicamente competencia en este sentido se diría que el Marco Polo no tiene nada que temerle a las  megalómanas construcciones recién salidas de los astilleros, sin embargo el gran enemigo de este navío de leyenda es precisamente el que lo hace tan especial; el tiempo. El inexorable paso del tiempo. Hace unos días uno de sus contemporáneos, el antiguo Saga Ruby, ponía a fin a sus días de vida marinera varando en una playa india para ser liquidado mediante soplete cerrando así de manera lamentable un nuevo capítulo (quizás el penúltimo) en la historia dorada de la navegación marítima.  En cuanto el tiempo me lo permita prometo una entrada respecto a esta noticia para darle un más que merecido homenaje a un buque que me ha brindado grandes momentos en todos estos años de afición a la fotografía naval.

En unas semanas el Saga Ruby pasará a ser tan sólo un recuerdo de una época pretérita. Prometo entrada homenaje en el blog.

Dice el refrán aquello de «cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar» pero lo cierto es que un mundo actual donde el consumismo en grado extremo está tan arraigado y donde el usar y tirar es la norma, nadie hubiera dado un duro (perdón, un euro) a que una nave de cruceros llegase a cumplir 52 años de vida marinera navegando, lo que claramente delata la especial condición de este navío incombustible. Quizás su meta sea alcanzar los 55, algo que no es tan descabellado. A fecha de hoy el Marco Polo tiene su porvenir asegurado hasta finales de 2018.

¿Hasta cuando aguantará el Marco Polo navegando?

Volviendo al pasado jueves y tras pasar apenas 6 horas atracado, el Marco Polo puso fin a su estancia en tierras coruñesas a las siete de la tarde despidiéndose de la ciudad con dos sonoros bocinazos que retumbaron en toda la ría herculina. En su camino hacia las Azores, el buque brindó a los que estábamos apostados en las principales atalayas de la costa un nuevo espectáculo con su elegante avance cortando las olas con su afilada proa, pura poesía visual a la que las fotos no le hacen ninguna justicia. El 1 de junio tendremos de nuevo la oportunidad de ver a este anacronismo flotante navegando por nuestras aguas.

Si se cumplen las previsiones a principios de junio volveremos a disfrutar del Marco Polo en A Coruña.
Salvo las que así lo indiquen, las fotos de esta entrada han sido realizadas
por Diego Veiga. Por favor, respetad la autoría de todas ellas.