En la primera parte de este post especial dedicado al Explorer of the Seas con motivo de su visita inaugural a la ciudad el pasado día 27 comentaba varias características generales así como la relevancia que tuvo en su día su construcción y puesta en servicio. Hoy voy a comenzar profundizando algo más sobre este último punto.

A mediados de los años 90 Royal Caribbean presumía de tener una excepcional flota de enormes buques pero entre sus filas no se encontraba el más grande; ese honor lo ostentaba su archirrival Carnival, que con el Carnival Destiny había roto la psicológica barrera de las 100.000 toneladas en 1996. Para colmo de males dos años más tarde Princess Cruises establecería un nuevo récord con su Grand Princess elevando la cifra hasta las 109.000 toneladas. Royal Caribbean no podía permanecer ajena a los movimientos de sus competidores.

Antes de la entrada en servicio de la Voyager Class, el Grand Princess (foto) era el navío que ostentaba el título de buque de cruceros más grande del mundo. Hoy en día el barco ya no luce el espectacular alerón posterior (que en realidad era una discoteca) y por el que era conocido despectivamente como «el carrito de supermecado».
(Fuente: shipfriends.gr)

De hecho no lo hacía; poco antes de la botadura del primero de estos barcos, la naviera con base en Miami tenía en mente la construcción de una nueva clase de buques que revolucionarían el sector hasta el punto de hacer tabla rasa con los más elementales principios de esta industria, como ese que dice que el objetivo de un crucero es visitar diferentes destinos. Royal Caribbean propuso una idea tan descabellada como genial: proponer al barco como destino en sí mismo dejando las escalas en un papel secundario. Con esta premisa en mente se ideó la nueva Eagle Class que posteriormente sería conocida como clase Voyager cuando el primer navío de la serie vio la luz. Y cuando eso ocurrió, en 1999, Royal Caribbean volvió a asombrar al mundo.

La nueva Voyager Class, a la que pertenece el Explorer of the Seas, revolucionó el sector de los cruceros a finales de los años 90.

Con la entrada en servicio del Voyager of the Seas, Royal Caribbean dio un paso de gigante no sólo distanciándose de sus competidores (los Voyager Class eran un 25 % más grandes que sus más inmediatos competidores) sino también en la evolución del propio concepto de crucero. La definición de ciudad flotante alcanzaba aquí todo su significado y es que estos barcos eran lo más parecido a dotar de propulsión propia a uno de esos grandes resorts situados a pie de playa en alguna afamada zona turística. De esta manera los puertos de escala son prescindibles o se convierten en una mera anécdota; el pasajero (y su dinero) se queda en el barco y para ello se hace necesario incorporar nuevas y asombrosas instalaciones. De las muchas primicias que ofrecieron esta serie de buques entre los que se contaba nuestro protagonista de hoy mencionaré las más destacadas por su innovación conceptual y espectacularidad.

Un barco cargado de sorpresas e innovaciones.

 Y la principal novedad fue sin lugar a dudas la incorporación del Royal Promenade, que se podría definir como un gran centro comercial en alta mar. El Royal Promenade de la clase Voyager consiste en una gran calle comercial de tres cubiertas de alto y 110 metros de largo situada a lo largo del buque y que está  provista de bares, tiendas y restaurantes. Esta instalación vista por primera vez en un buque de crucero con la aparición de los Voyager Class sin embargo no es original ya que la idea fue copiada de los ferries de la compañía Silja Lines y que ya incorporaban algo bastante similar en sus naves a principios de los 90. El concepto fue adaptado por Royal Caribbean dotándolo de mayor espectacularidad, tamaño y nuevas innovaciones como la de que algunos de los camarotes de la cubierta 6 estuviesen orientados al Royal Promenade; así por primera vez en un buque de estas características algunos camarotes interiores tienen vistas (hacia esta calle comercial).

En 1999 Royal Caribbean dejó al mundo con la boca abierta con el espectacular Royal Promenade.

El Royal Promenade era sin lugar a dudas la novedad más importante a bordo de los nuevos clase Voyager pero ni mucho menos era la única; situada en la cubierta 2 estos barcos presentaban el Ice Rink o lo que es lo mismo la primera pista de patinaje sobre hielo a bordo de un buque de pasaje. En ella se puede patinar durante buena parte del día o ver los shows nocturnosa cargo de un grupo de patinadores profesionales. Y como no todo es deslizarse en esta estancia multifunción también se realizan otro tipo de actividades como por ejemplo clases de cocina. Más innovaciones a bordo de la clase Voyager: fueron los primeros barcos de pasaje en incorporar una pared de escalada, situada justo detrás de la chimenea.

El Voyager y el Explorer of the Seas fueron los primeros buques en incorporar una pista de hielo a bordo.
(Foto: autor desconocido)

Tras la estelar aparición del Voyager of the Seas en noviembre de1999 la serie continuó con nuestro protagonista, el Explorer of the Seas, cuyas modificaciones lo hicieron aumentar hasta las 137.308 toneladas convirtiéndolo así en el buque de pasaje más grande del mundo. Tras el Explorer llegaron el Adventure (2001), el Navigator (2002) y el Mariner of the Seas, que cerró esta exitosa familia en 2003.  Con el paso de los años casi todas las primicias aportadas por la clase Voyager fueron incorporándose en las nuevas construcciones de la compañía y también de la competencia hasta el punto de que hoy en día resultaría difícil imaginarse alguna de estas megaciudades flotantes sin alguna de ellas.

13 años después de la aparición del primero de los Voyager Class, en 2012 Royal Caribbean diseñó un completo «plan renove» denominado Royal Advantage con el objeto de revitalizar por completo a los cinco integrantes de esta serie. Al Explorer of the Seas le llegó el turno en marzo de este año sometiéndose durante 28 días a una extensa reforma en los astilleros Navantia de Cádiz donde además de los habituales trabajos de carena y revisión de motores, se le instaló el flowrider, el famoso simulador de surf presente en los últimos buques de la compañía. También se realizó la adición de tres nuevos restaurantes y la reforma completa de todos los camarotes incluyendo 80 de los nuevos camarotes con balcón virtual vistos por primera vez en los navíos de la Quantum Class.

El Explorer of the Seas en el dique de Navantia Cádiz hace unos meses.
(Foto: J.M. Reina)

Tras la finalización de los trabajos el Explorer of the Seas puso rumbo a Reino Unido donde ha establecido su base de cruceros para la que será este año su primera temporada en Europa, una de cuyas rutas fue la que lo trajo el pasado sábado a nuestra ciudad en su primera y última escala en la urbe por este 2015. Tras 8 horas atracado en el muelle de trasatlánticos asombrando a los coruñeses con su fenomenal porte el Explorer zarpó de nuevo rumbo a Southampton, puerto de desembarco de sus travesías. Si lo veremos de nuevo por aquí es otro cantar ya que su aventura europea tiene los días contados; a partir del próximo noviembre el navío quedará posicionado en Australia para realizar sus rutas hasta agosto de 2016.

Con la despedida del Explorer of the Seas iniciamos un pequeño parón hasta finales del mes de julio, cuando los buques de crucero volverán de nuevo a A Coruña. Pero la actividad en el blog continúa…