En la anterior entrada comencé a contar de manera breve la historia de este pequeño buque que es el Serenissima y lo habíamos dejado en el año 2001 cuando el entonces llamado Harald Jarl aguardaba un inevitable final en forma de desguace amarrado en un puerto noruego. Desde este punto continuamos con el relato.

Entre los nubarrones que se cernían sobre el futuro de este
veterano de los mares, que por aquel entonces contaba ya con 41 años,
apareció un rayo de esperanza; en la ciudad de Trondheim surgió una
preciosa iniciativa con el apoyo de diversas instituciones y
particulares que crearon la Fundación Harald Jarl con el propósito de
evitar que el navío fuera vendido a intereses internacionales y
permaneciera en la ciudad noruega. Sin embargo y pese a los muchos
esfuerzos realizado, el proyecto no pudo salir adelante por las elevadas
pretensiones económicas exigidas por sus propietarios.

El proyecto de mantener al Harald Jarl en aguas noruegas no fructificó.
(Fuente: Serenissima Cruises)

El
hecho de que la Fundación Harald Jarl no pudiera llevar a cabo su
estupendo proyecto por la elevada suma de dinero pedida por los
propietarios del buque resultó ser una auténtica injusticia ya que tras
pasar varios meses sin encontrar comprador los dueños de barco
se vieron obligados a rebajar sustancialmente sus pretensiones
económicas y venderlo finalmente por un tercio de lo pedido
inicialmente. Fue en julio de 2002 cuando la naviera Elegant Cruises se
hizo con el buque por tan sólo 490.000 euros.

La
Elegant Cruises & Tours, una pequeña compañía con base en Nueva
York
fundada en 1989 por Mato Stanovich, tenía grandes planes para
nuestro protagonista; en primer lugar lo rebautizó como Andrea y ya con
su nuevo nombre dejó la ciudad de Frengen para dirigirse a Uddevalla
(Suecia)
donde el ya ex-Harald Jarl fue reconvertido en buque de
cruceros de expedición sufriendo una reforma completa a bordo,
donde su capacidad de pasaje se redujo a 120 personas. Pero lo que más
llamó la atención en esta completa restauración fueron sus nuevos
interiores que pasaron a estar decorados en un estilo gustaviano (propio del rey Gustavo III de Suecia del
siglo XVIII) creando un ambiente retro muy atractivo.

(Fuente: Serenissima Cruises)

Durante
los años siguientes el Andrea operó con cierto éxito para la Elegant
Cruises
e incluso en alguna ocasión esporádica el buque se dejó ver por
nuestra ciudad portando dicha denominación, pero las dificultades
económicas aparecieron pronto y en 2009 se hicieron insoportables hasta
que la compañía se declaró en quiebra. El Andrea quedó amarrado en Split
(Croacia)
a la espera de una solución a su futuro que una vez más no
pintaba nada bien. La profunda reforma sufrida en 2002 le concedía
alguna oportunidad pero el alto precio de venta del buque, 15 millones
de euros de los que gran parte eran las deudas contraídas y la
obligatoria reforma que debía sufrir el barco para adecuarse a la nueva y
estricta normativa SOLAS 2010, frenaban cualquier intento de compra.
Tras varios años aguardando una solución que no llegaba nunca finalmente
el Andrea fue comprado por la Premier Cruises en abril de 2012 por una
suma indeterminada de dinero.

Durante
los meses posteriores a la compra el navío fue sometido a una profunda
reforma en los astilleros Solinbrodogradnja de Vranjic (Croacia) no sólo para adaptarlo a la nueva normativa sino  también para realizarle una puesta al día integral que incluyó el repintado del casco y de la superestructura así como la remodelación de la punta de la proa. En su interior además de los nuevos acabados en las cubiertas y los nuevos detalles como las puertas de madera el cambio más llamativo fue la adición de cuatro nuevas suites con balcón privado en la cubierta 5. Más cambios importantes: los botes salvavidas fueron reemplazados por dos tenders y se añadieron varias zodiacs para poder utilizarse en aquellas escalas que así lo permitiesen.

En la reforma de 2012 al Serenissima se le incorporaron 4 suites con balcón (arriba) en la cubierta más alta, además de sustituir sus antiguos botes salvavidas e incorporar una flotilla de zodiacs (abajo).

Pero sobre todos ellos, el principial cambio de la nave fue su nuevo
nombre: Serenissima. Un nombre que hace referencia al apodo con el que se conoce a la ciudad de Venecia. Pese a la impresionante transformación sufrida por
el renacido buque durante su estadía en los astilleros croatas el
principal rasgo de identidad de la nave permaneció invariable; se trata
de su original chimenea-mástil que le confiere al Serenissima ese
aspecto tan característico.

La original chimenea-mástil sigue luciendo casi como el primer día siendo uno de los rasgos de identidad de la nave.

Y
ahí sigue a sus 55 años dando guerra y ofreciendo una interesante
alternativa a todos aquellos que aborrecen la idea de viajar en un
gigantesco resort flotante en compañía de 3 o 4 mil personas más. En
definitiva una oportunidad de realizar una apasionante singladura en un
ambiente acogedor y tranquilo a bordo de un navío de los de antes. Y no
caigamos en el error de pensar que por tratarse de un buque ya entrado
en años vamos a privarnos de comodidades; A bordo del Serenissima
encontramos todas las instalaciones necesarias, dentro de las
limitaciones propias de su tamaño, para que la travesía resulte
inolvidable: 59 camarotes elegantemente decorados y modernamente
equipados, todos ellos salvo 5 con vistas al exterior ya sea con balcón,
ventana o con ojo de buey (si, un barco de cruceros con los
tradicionales ojos de buey, ¡aleluya!), un coqueto restaurante sin mesas asignadas que permite dar de comer a todo el pasaje en un mismo turno de comidas,
dos salones, una biblioteca con ordenadores y conexión a internet, una
cubierta de observación, un pequeño gimnasio, un jacuzzi, una sala de
masaje, lavandería e incluso un ascensor. Aquí no falta de nada.

Arriba: El Venice Restaurant ofrece un elegante ambiente para comer sin necesidad de tener mesa asignada.
Abajo: En los salones interiores del Serenissima se respira una atmósfera cálida y acogedora.
(Fuente: Serenissima Cruises)

Tras
pasar 10 horas como un coruñés más, finalmente el Serenissima dio por concluída su estadía en la ciudad, reemprendió viaje a las 6 de la tarde y tras doblar el dique de abrigo y
aumentar revoluciones puso proa al norte rumbo a su siguiente destino,
la ciudad francesa de Nantes. Seguro que al verlo zarpar a muchos de los
coruñeses que paseaban por las inmediaciones de la costa no les llamó la
atención el navío que abandonaba la ciudad en ese instante a fuerza de
ver entre nosotros gigantes ciudades flotantes día sí día también. Con
ninguna de ellas puede competir en tamaño nuestro protagonista de hoy
pero tampoco ellos se acercan siquiera a la serena belleza de esta vieja dama de los mares. Un monumento flotante a las más arraigadas tradiciones marineras de los que ya van quedando
pocos.

A media tarde el Serenissima se despidió de la ciudad.

Para acabar
quisiera agradecer a mi amigo Manuel Candal su inestimable participación con sus
sensacionales fotos en estos dos posts sobre el Serenissima. También
darle las gracias, tanto a él como a mi colega Álex por sus ocurrentes ideas para titular esta entrada tales
como «Había una vez un barquito chiquitito» o «Picolissima». Si ninguna de ellas prosperó fue por el simple hecho de que
la totalidad del texto estaba prcticamente escrito desde hacía unos
días pero me guardo ambas opciones para futuros textos.