En las últimas semanas los medios de comunicación no hablan de otra cosa. No es para menos; la abdicación de S.M. El Rey por lo trascendental de la noticia, por lo histórico del acontecimiento y por el eterno debate entre monarquía o república que siempre presente pero aletargado vuelve a la vida estos días con fuerza, son motivos más que suficientes para llenar horas en los informativos y cientos de hojas en la prensa. Quizás éste sea un blog de barcos (de crucero) pero no es ajeno a la actualidad por lo que he decidido plegarme a la opinión de la mayoría y hablar del tema que está tan de moda. Lo haré, eso sí, desde un punto de vista distinto hablando del Juan Carlos I, sí, pero del otro. Del buque. Del que no abdica. Sé que se trata de un barco de guerra, algo que en un blog de temática tan «pacífica» como éste puede resultar fuera de lugar pese a que ya tiene habido excepciones antes, también protagonizadas por «grises» como el post especial dedicado a la despedida del portaviones Príncipe de Asturias hace año y medio, pero hoy como entonces existe una razón de peso para que el protagonista sea el que es y se trata de su visita inaugural al puerto de A Coruña el pasado 6 de junio.

El motivo del acontecimiento era la de celebrar el Día de las Fuerzas Armadas con diversos actos en la ciudad, siendo el más atractivo de ellos las dos jornadas de puertas abiertas para conocer el impresionante ingenio
mecánico santo y seña de nuestra marina. Desde que se conoció que el L-61 Juan Carlos I visitaría A Coruña comenzó a generarse una gran expectación que se plasmó en la tarde de su llegada a puerto y no era para menos ya que no estamos hablando de un navío más sino del actual buque insignia de la armada y el más grande jamás construído para esta institución que cuenta con más de cinco siglo de historia. Ahí es nada.

(Foto: Manuel Candal)

El orgullo de la marina española llegó a la ciudad el pasado viernes cuando el reloj se acercaba a las seis de la tarde. Hubo que esperar a que el buque de crucero Horizon, de visita ese día por nuestra ciudad, dejase la plaza libre en el muelle de trasatlánticos para permitir al Juan Carlos I disponer de todo el espacio para él solito, al igual que hacen las estrellas del rock reservando toda la planta cuando llegan a un hotel. Los curiosos apostados en gran número en muchos lugares de la costa para ver a la criatura hablaban a las claras de lo especial del acontecimiento. El dique fue uno de los lugares preferidos para ver de cerca al coloso y entre los allí presentes muchos comentarios tras ver pasar al buque camino de su amarre referidos a lo extraño de su aspecto para tratarse de un portaviones, algo que era una verdad a medias.

El L-61 Juan Carlos I llegando a la ciudad el pasado día 6.

Porque sí es cierto que sus formas pueden resultar un tanto raras a simple vista pero lo que es erróneo es catalogar a este buque como portaviones porque simplemente, no lo es. El L-61 Juan Carlos I es… otra cosa. En unos tiempos actuales tan difíciles en el aspecto económico las armadas modernas se ven obligadas a la búsqueda de unidades que sean capaces de cubrir un alto rango de tareas; la multidisciplina no es una opción sino una obligación y de esta manera una unidad raramente se diseña pensando en realizar un único propósito. Con esta idea en mente se gestó el proyecto que dio lugar a este sensacional ingenio flotante creando un buque dificilmente encuadrable en ninguna categoría conocida.

La clasificación OTAN sitúa al L-61 Juan Carlos I en la categoría LHD (iniciales del inglés Landing Helicopter Dock) o lo que es lo mismo un buque anfibio portaeronaves que lo convierten en una excelente herramienta multipropósito, una especie de navaja suiza (en este caso española) flotante que le permiten desempeñar diversas labores gracias a su multidisciplinariedad tales como transportar a una fuerza completa de infantería de marina para realizar un desembarco gracias a su capacidad anfibia, actuar como plataforma para la aviación gracias a su capacidad portaeronaves, transportar fuerzas de cualquier ejército hacia zonas en conflicto o incluso realizar actividades no bélicas como apoyo humanitario, evacuación de personas en zonas afectadas por catástrofes naturales o labores de buque-hospital.

Viéndolo por la popa podemos observar las dos principales características del 
Juan Carlos I: capacidad portaeronaves gracias a su cubierta de vuelo 
y capacidad anfibia con su compuerta de acceso al dique inundable.
(Foto: Manuel Candal)

Construído en los astilleros Navantia en su sede de Ferrol y botado el 10 de marzo de 2008 contando con S.M La Reina como madrina, el buque comenzó oficialmente sus pruebas de mar en septiembre de 2009 y más tarde en mayo y agosto de 2010 para ser dado de alta en la lista oficial de buques de la Armada el 30 de septiembre de 2010.

En la cubierta de vuelo del L-61 Juan Carlos I.
(Foto: Manuel Candal)

El L-61 Juan Carlos I tiene un desplazamiento de 27.000 toneladas en operaciones anfibias y de 24.000 toneladas en operativa exclusivamente aérea, una eslora de 231 metros, una manga de 32 metros, 6´9 metros de calado y el puntal de trazado en la cubierta 1 es de 20 metros alcanzando la cifra de 27´5 metros en la cubierta de vuelo. Su sistema de propulsión es, al igual que el de muchos buques de crucero, diesel-eléctrico con una planta motriz formada por una turbina de gas y dos motores diesel que generan la potencia necesaria para mover a este gigante a velocidades máximas sostenidas de 21´5 nudos. Del movimiento de la nave se encargan dos pods (no hay timones) fabricados por Schottel-Siemens que giran 360 grados y que presentan cada uno dos hélices de tres palas produciendo cada unidad 11 MW. Con los depósitos de combustible al máximo el L-61 Juan Carlos I tiene una autonomía de 9.000 millas náuticas a 15 nudos.

(Foto Manuel Candal)

El L-61 Juan Carlos I es, sin lugar a dudas, un buque sensacional y sus excepcionales cualidades han sido también reconocidas fuera de nuestras fronteras; de hecho su diseño se ha presentado en numerosos concursos internacionales siempre en competencia directa con su gran rival, el proyecto francés de la clase Mistral, obteniendo como resultado el interés de muchas marinas del mundo por hacerse con una unidad similar. El primero de los proyectos en concretarse fue la firma de construcción de dos buques similares por parte de Navantia para la Marina Australiana, un acuerdo firmado con su socio australiano BAE Systems por el cual la superestructura de ambas naves se construiría en Ferrol mientras que el resto del navío se finalizaría en Australia. Con unas características idénticas al buque insignia español el primero de los dos buques australianos, el ALHD Canberra se concluyó a mediados de 2012, al menos en lo que respecta a los trabajos realizados en los astilleros gallegos. El paso siguiente fue el traslado de la superestructura hasta el continente australiano, trabajos que se tuvieron que realizar con la ayuda de otro buque al carecer el Canberra de su sistema de propulsión.

Una imagen espectacular con el ALHD Canberra «a lomos» del Blue Marlin
semisumergido para la ocasión en Punta Langosteira.

El encargado de los trabajos fue la plataforma semisumergible Blue Marlin que en una operación espectacular cargó llevada a cabo en el puerto exterior de Punta Langosteira cargó sobre su cubierta al Canberra el 4 de agosto de 2012 y tras un viaje de 62 días el Blue Marlin llegó con éxito a Williamstown (Australia) donde finalizarán los trabajos de construcción. El proceso se repetiría al año siguiente con su gemelo, el ALHD Adelaide con la salvedad de que su carga en el Blue Marlin se produjo esta vez en el puerto de Vigo por motivos técnicos hasta donde fue remolcado el casco del buque australiano. El montante del contrato firmado por Navantia/BAE Systems con la Armada Australiana fue de unos 1.411´6 millones de euros.

El AHLD Adelaide, (o gran parte) el día de su botadura en Ferrol.
(Foto: José R. Montero)

Por ahora lo dejamos aquí pero en la segunda parte de este reportaje especial conoceremos algunos de los secretos que esconde en su interior el L-61 Juan Carlos I.
(Foto: Manuel Candal)