(Foto: Daniel Candal)

Permítanme que hoy me tome la licencia de cambiar el habitual esquema de este blog o si lo prefieren dejar al que debiera ser el protagonista de esta entrada en un segundo plano pero es que considero que la ocasión lo merece. Y todo a pesar de que el protagonista accidental de esta historia es el Oriana, sin lugar a dudas uno de mis buques preferidos y de que en su escala del pasado martes 22 a nuestra ciudad protagonizó un inesperado suceso como es la evacuación de un pasajero enfermo que le obligó a volver a puerto apresuradamente después de haber zarpado. Pues pese a que este suceso era lo suficiente interesante para desarrollar el post de hoy lo cierto es que todo queda eclipsado por una fotografía, la que encabeza y monopoliza esta entrada. Creo que a la vista de la instantánea sobran las palabras pero aún así trataré de explicarme.
El arte de la fotografía consiste en estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Es una definición que he oído muchas veces pero con la que no estoy del todo de acuerdo y a los hechos me remito; en infinidad de ocasiones disparando a algún barco desde la misma posición mi colega Jose obtiene unas fotos estupendas mientras que mis resultados no me dejan todo lo satisfecho que cabría esperar. Es evidente que hay algo más que ese componente azaroso del «donde» y el «cuando»; influye el equipo, obviamente, pero sobre todo influye el «afotador», que le da a ese momento exacto en el lugar exacto el toque único que cada uno tiene; eso es lo que convierte a mi modo de ver una foto cualquiera en una auténtica obra maestra.
Siempre he dicho que no soy aficionado a la fotografía pese a lo que pudiera parecer: Soy un aficionado a los barcos que usa el medio fotográfico para plasmarlos, como otros muchos utilizan el vídeo, por ejemplo; una simple elección de formato. Pero pese a no ser aficionado, el ir con una cámara a cuestas a la caza de los colosos flotantes que nos visitan me ha permitido conocer a grandes talentos en esto del encuadre y el disparo y de todos ellos quizás el que más me impresiona por sus fotos es mi amigo Manuel Candal, habitual colaborador de este blog. Tuve la fortuna de conocerlo hace ya un tiempo y debo decir que sus excelentes aptitudes para la fotografía quedan relegadas a un segundo plano por lo excepcional de su persona pero lo que realmente desconocía el día en que me lo presentaron era que sólo estaba viendo la punta del iceberg…
…Su hijo Daniel también ha heredado la afición por la fotografía y debo decir que, sin ánimo de menospreciar a su padre, el talento que destila Manuel en cada una de sus fotos se ha desbordado en el caso de su hijo. Es la prueba inequívoca de que existe un componente genético en esto de la destreza o dicho de otra forma, que el arte se lleva en la sangre. Lo he comprobarlo no sólo en las fotos que Daniel hace a los barcos, como la del encabezado, si no en otras muchas que este artista con letras mayúsculas ha realizado, las cuales me quedo embobado mirando cuando las publica en su muro de Facebook.
La foto que ven ustedes en esta entrada es una obra maestra, al menos a mi modesto entender. Un prodigio de composición que aprovecha uno de esos momentos mágicos que nos brinda en ocasiones la naturaleza para crear una instantánea icónica. Y no es un caso único; desde aquí os animo a ver su colección de fotos ya sea en la red, o en alguna de sus exposiciones para que comprobeís que lo que digo no es ni mucho menos exagerado. Dice el bueno de Daniel que para obtener esta foto miró por la ventana de su casa y al ver el arco iris y al Oriana zarpando fue a por su cámara y simplemente disparó. Quizás esa sea la clave; los genios se caracterizan por hacer fácil lo increiblemente dificil.