(Foto: Manuel Candal)

Cobrando un especial protagonismo, el merecido para un buque portador de tan ilustre nombre, el Queen Victoria se ha convertido en el actor principal de la escena portuaria coruñesa en el último mes del presente año con un total de tres escalas en diciembre. Del trío de recaladas previstas las dos primeras tuvieron lugar los días 5 y 9 respectivamente, un buen motivo para dedicarle a este formidable navío unas cuantas líneas en  la presente entrada.

El Queen Victoria, absoluto protagonista del mes de diciembre en A Coruña.
(Foto: Manuel Candal)


En ambas visitas la Reina repitió «modus operandi» llegando a primera hora de la mañana todavía oculta de miradas indiscretas gracias a la oscuridad reinante en ese momento sobre la ciudad, y zarpando a primera hora de la tarde tras dejar que sus casi 2.000 afortunados huéspedes tuvieran toda la mañana para descubrir los encantos de la urbe y sus alrededores. Variaba eso sí, el ánimo del pasaje en ambas jornadas; mayoritariamente resignados los que nos visitaron el día 5 al ser su parada en A Coruña la última antes de desembarcar en tierras inglesas para poner fin al viaje de sus vidas. Animosos y felices en el caso de los llegados el día 9 procedentes del puerto de Southampton, punto inicial de una travesía de 10 días por varias ciudades costeras de la península ibérica. Unos finalizan su ruta y otros la comienzan. Ley de vida.

En ambas escalas el Queen Victoria arribó a la ciudad todavía de noche.
(Foto: Manuel Candal)

Ya sean 2, 3 ó 15 las veces que visite nuestro puerto siempre es un placer contemplar a este buque o a cualquiera de los que componen la elitista naviera Cunard, auténticos adalides del lujo marítimo, navegando por la bahía o maniobrando en las proximidades del muelle. Un buen amigo mío, aficionado al igual que yo al mundillo naval, siempre define a los «Queens» como los Rolls-Royce del mar, una comparación que siempre he considerado muy acertada por lo que ambas firmas representan en sus respectivos campos y lo cierto es que pensándolo con detenimiento me he dado cuenta de la multitud de paralelismos que existen entre estas dos ilustres marcas, otrora orgullo de la nación británica y que en el curso de la historia sus trayectorias cargadas de altibajos les han llevado a coincidir en ciertos aspectos que van más allá de su consideración como ejemplos del lujo por antonomasia. Una buena forma de verlo es indagar en la historia de ambas.

Pese a que los barcos de Cunard puedan ser definidos como los Rolls-Royce del mar, el único que puede presumir de serlo en realidad es el Queen Mary 2. El buque insignia de la naviera va equipado con 4 pods «Mermaid» de origen Rolls-Royce  que producen 21´4 MW cada uno. A diferencia de éste los 2 pods que mueven al Queen Victoria están facturados por la competencia (ABB).


La historia de Rolls-Royce se inicia el 15 de marzo de 1906 cuando el aristócrata Charles Stewart Rolls y el ingeniero Frederick Henry Royce fundan oficialmente la Rolls-Royce Limited tras dos años de colaboración mutua en el campo del automóvil. Muy pronto estas dos ilustres figuras dieron muestras del gran potencial que podían alcanzar sus coches y tan sólo unos meses después de su fundación y tras lanzar exitosos modelos, a finales de 1906 ve la luz el Rolls-Royce 40/50, más conocido como «Silver Ghost» pese a que ese era el apodo de una unidad concreta, el chasis AX 201. El 40/50 o «Silver Ghost» se considera la obra maestra más grande jamás creada por esta firma británica y en su día fue catalogado como el mejor automóvil del mundo. Hoy en día aparece en cualquier clasificación que glose las joyas más valiosas de la historia de la automoción y además de considerarse uno de los mejores de todos los tiempos puede presumir también de tener el título de coche más valioso del mundo: el «Silver Ghost» AX 201 ha llegado afortunadamente hasta nuestros días y está valorado en 28 millones de euros (no incluye el plan PIVE).

Este chasis AX 201 del Rolls-Royce 40/50 «Silver Ghost» sigue siendo considerado por muchos como el mejor automóvil de todos los tiempos.
(Foto: autor desconocido)

Los orígenes de la Cunard, por su parte, son bastante anteriores en el tiempo a los de Rolls-Royce y cuando la firma de coches daba sus primeros pasos en la industria automovilística, allá por los inicios del siglo XX,  la naviera británica llevaba ya casi medio siglo reinando en el Atlántico Norte  haciendo que su nombre fuera sinónimo de lujo y prestigio (la compañía no llevó la denominación Cunard hasta 1879 ya que antes se conocía como British and North American Royal Mail Steam Packet Company). Y pese a que cuando en 1906 se fundó Rolls-Royce Samuel Cunard llevaba muerto 41 años, ese año, al igual que para la marca de coches de lujo, fue vital para la naviera británica; en el mes de septiembre el mundo veía con asombro como en los astilleros Swan Hunter & Wigham Richardson era botado el RMS Mauretania, el que sería rey de los «superliners» de principios de siglo XX, detentor del título de buque más rápido durante 20 años y el considerado por muchos como el mejor trasatlántico de todos los tiempos. Casualidades de la vida 1906 supuso el nacimiento de los que probablemente son hasta la fecha el mejor coche y el mejor trasatlantico de la historia.

El RMS Mauretania durante su «mili» en la I Guerra Mundial, donde operó como buque hospital.
(Fuente: wikipedia)

No es el único punto en común entre estas dos prestigiosas y míticas compañías. Los avatares económicos a lo largo de la historia han llevado por distintos derroteros a ambas marcas pero con la particularidad de que más tarde o más temprano sus líneas evolutivas se han acabado encontrando en más de una ocasión, una evolución casi de la mano y que les ha llevado incluso a perder al unísono su esencia vital y su característica más genuína: su «britanicidad». Así Rolls-Royce tras ciertos fracasos comerciales se vio abocada a la quiebra en 1971 y tuvo que ser rescatada por el gobierno británico, que separó las divisiones aeronáutica y automovilística de la compañía, para evitar la desaparición de la firma. Tras varios años bajo el paraguas estatal la refundada división de coches Rolls-Royce Motors volvió a manos privadas en 1980 y desde entonces fue pasando de mano en mano hasta que tras un lío jurídico monumental entre Volkswagen y BMW la primera acabó cediendo en favor de la segunda quien ostenta su titularidad a partir de 2002. Desde entonces los Rolls-Royce siguen siendo lujosos y elitistas pero ahora son alemanes.

Los actuales Rolls-Royce (en la foto el Wraith) siguen siendo coches formidables pero ahora destilan un claro tufillo germano en sus formas.
(fuente: autoblog.com)

Un camino muy similar al protagonizado por la naviera Cunard. La llegada del avión a reacción a finales de los años 50 y su consolidación en la década de los 60 supuso una muerte lenta y dolorosa para la navegación trasatlántica que, sin clientela con la que ocupar los enormes palacios flotantes que surcaban el océano, estaba condenada a desaparecer. Con el fin de los últimos «superliners» y con una industria del crucero todavía en pañales la Cunard comenzó a principios de los 70 (una coincidencia más con Rolls-Royce) un lento declive en el que la otrora prestigiosa naviera fue perdiendo su brillo de antaño gradualmente hasta que en 1999 la poderosa Carnival Corp., el gigante norteamericano líder del sector crucerístico mundial, vino al rescate comprando la naviera y devolviéndole a la Cunard gran parte del prestigio perdido gracias a acciones tan arriesgadas como ordenar la construcción del Queen Mary 2, el primer trasatlántico construído en más de 30 años y en la actualidad único en activo del mundo. La marca está ahora a salvo y hoy en día Cunard sigue siendo sinónimo de lujo y distinción pero técnicamente ahora ese lujo tiene factura «yankee».

Carnival no lo dudó un instante y cuando la Cunard se puso «a tiro» se hizo con ella. Afortunadamente no la hundió más si no que acabó reflotándola.
(Foto: Manuel Candal)

Puede que para muchos el cambio de nacionalidad sea una cuestión que sólo tiene reflejo a nivel de despachos pero es obvio que este hecho ha provocado cambios significativos. El dinero es el dinero y todo lo que suponga ahorrar costes es
bienvenido para cualquier compañía y ésto se aplica también en el caso de estas dos firmas. Dos ejemplos de ello son el que ahora varios componentes de los lujosos
«Rolls» son de origen BMW o el que en aras de ahorrarse el coste de desarrollo de un nuevo proyecto, el Queen Victoria no deja de ser un navío más de la clase
Vista
y en lo esencial gemelo de buques como el Arcadia, el Noordam o
el Costa Luminosa, unidades pertenecientes a navieras englobadas también en el grupo Carnival. Donde antes Cunard y Rolls-Royce eran sinónimo de pura exclusividad hoy en día son marcas de gran lujo pero «terrenales». Entonces ¿se ha perdido para siempre ese aura de gloria que rodeaba a estos dos ilustres nombres?…

El Arcadia, el hermano «blanco» del Queen Victoria.

…En parte sí porque las empresas no entienden de sentimentalismos ni de tradiciones; obviamente su idioma es el del dinero y eso está por encima de cualquier cosa, incluso de los pequeños detalles que en conjunto otorgaban gran parte de su identidad a estas dos icónicas compañías. Los Rolls-Royce ya no se fabrican como antaño en la ciudad de Crewe, la localidad del condado de Cheshire que durante más de 50 años vio nacer a estos míticos automóviles. Y al igual que les ocurriera hace tiempo a los Rolls-Royce, los barcos de la Cunard también se vieron abocados hace unos años a un «cambio de domicilio» y ya no lucen con orgullo los históricos nombres de Liverpool o Southampton como puertos de registro. Su lugar lo ocupa en la actualidad Hamilton, la capital de las Islas Bermudas, todo un pabellón de lo más «conveniente» que permite a los propietarios de la naviera beneficiarse de unas más que suculentas ventajas fiscales a costa eso sí, de perder parte de la magia del pasado.

Otro símbolo perdido. Desde 2011 los barcos de Cunard están registrados en Bermudas y por lo tanto ninguno ondea bandera británica, hecho insólito en la historia de la compañía.

Pero no todo se ha perdido. Por mucho que las megacorporaciones, los consorcios y en general la globalización hayan liquidado gran parte de esos detalles que hacen únicos a estos dos nombres de oro de la industria británica, lo fundamental permanece y ahí resisten unos cuantos símbolos para recordárnoslo. Símbolos como la estatuílla que corona cada uno de los capós de los lujosos Rolls, la conocida como «el espíritu del Éxtasis» diseñada en origen para diferenciar a los coches de esta marca de la competencia a modo de detalle de distinción y que ha permanecido tozudamente inamovible de su lugar durante más de un siglo.

El «Espíritu del Éxtasis» sigue coronando el capó de todos los Rolls-Royce.

También permanece inalterable al paso del tiempo y a los cambios corporativos los legendarios colores rojo y negro santo y seña de la Cunard, unos colores que convierten automáticamente a cualquier buque que los porta en un objeto totémico digno de figurar con un espacio propio en la historia de la navegación. Mientras ésta, su principal seña de identidad permanezca, los barcos de esta naviera seguirán levantando expectación cada vez que atraquen en un puerto, como ocurre en A Coruña cada vez que el Queen Victoria pasa unas horas atracado en el muelle de trasatlánticos. Expectación que se volvió a reflejar una vez más durante la salida de la
ciudad de este imponente navío los días 5 y 9 creando en las
inmediaciones de la dársena una estampa formidable que siempre se genera cuando zarpa uno de estos colosos flotantes y al que hay que sumar ese plus que
siempre tienen los barcos de la Cunard. Por si estas dos últimas
escalas le supieron a poco a la concurrencia el próximo día 27 el Queen Victoria volverá a
visitarnos con el aliciente añadido de ser la nave que cierre el año
crucerístico en la ciudad. ¿A alguien se le ocurre un final mejor que
hacerlo con todo un Rolls-Royce del mar?.



Despedida del Queen Victoria el pasado día 9.
(Foto: Manuel Candal)

Para acabar la entrada de hoy quisiera darles la gracias a Manuel Candal por prestarme un buen puñado de estupendas fotos para la ilustración de este post y a Carlos Rapela, de cuya comparación entre los buques de Cunard y los «Rolls» surgió la idea para redactar esta entrada.


(Foto: Manuel Candal)