Al igual que ha sucedido en el puerto de A Coruña, la llegada del mes de abril ha supuesto la reactivación del tráfico de cruceros en Ferrol, si bien los números que mueve la dársena departamental en este aspecto son bastante menores a los de la herculina. Aún así la recalada de este tipo de navíos a la ría vecina siempre es una buena noticia además de para las arcas locales para los shipspotters que disfrutamos de las maniobras de estos colosos por la angosta ría ferrolana. La oportunidad se nos presentó de nuevo este pasado jueves con la visita del buque Balmoral.

El buque de la naviera Fred. Olsen Cruise Lines fue el protagonista absoluto por unas horas en la comarca de Ferroterra. No ha podido ser sin embargo el encargado de abrir la temporada crucerística en Ferrol; ese honor recayó en el Saga Pearl II que se le adelantó exactamente una semana. No obstante la novedad que trae nuestro protagonista de hoy hacen que su visita sea más relevante que la del pequeño navío de Saga Cruises, no sólo por  tratarse del debut de esta nave en la ciudad vecina sino por otro hecho más visual que a continuación explicaré.
Un pequeño (o no tanto) cambio estético ha tenido lugar en el Balmoral.

Sobre las siete de la mañana la nave de bandera bahameña hacía acto de aparición en la ría ferrolana por primera vez en su carrera comercial. A bordo unos 1.200 turistas, en su mayoría británicos, que una vez su hotel flotante hubo finalizado la maniobra de atraque comenzaron a bajar a tierra para tomar los autobuses que los llevarían a las oportunas excursiones contratadas. El Balmoral, que procedía del puerto de Funchal, realiza estos días una singladura de dos semanas de duración con inicio en Southampton y escalas en Lisboa, Arrecife, Sta Cruz de Tenerife y la mencionada localidad del archipiélago de Madeira siendo Ferrol su última parada antes de poner punto y final a la travesía en el mismo puerto inglés del cual había zarpado días atrás.

El Balmoral durante su salida de Ferrol fotografiado desde la baliza del Castillo de la Palma.

A media mañana tuvo lugar la ceremonia de intercambio de metopas entre miembros de la tripulación del Balmoral y las autoridades locales, un acto protocolario que se realiza siempre que un navío recala por primera vez en un puerto. En esta ocasión el presidente de la Autoridad Portuaria de Ferrol-San Cibrao, José Manuel Vilariño, obsequió al capitán del barco, el danés Lars Juel Kjeldsen,
con una metopa del puerto de Ferrol como recuerdo de su
paso por la ciudad.

El capitán Kjeldsen recibe de las autoridades locales una metopa conmemorativa del puerto de Ferrol.
(Fuente: la voz de Galicia)

En  la actualidad el Balmoral es con sus 43.537 toneladas de registro bruto y sus 218 metros de eslora el buque insignia de la flota Fred. Olsen que componen un total de 4 navíos (además del de las fotos, el Black Watch el Braemar y el Boudicca) pero a pesar de no ser un gigante dentro de la industria crucerística la reciente visita de este navío en el puerto ferrolano supone un acontecimiento bastante relevante, además de por tratarse de su escala inauguralal por ser la primera vez que un integrante de esta compañía recala al golfo ártabro luciendo los nuevos colores corporativos de la naviera.

Lo viejo es nuevo. A muchos de los que ya conocían este barco por sus múltiples escalas realizadas en A Coruña viendo las fotos les llamarán la atención los colores utilizados en la nueva imagen corporativa de Fred. Olsen Cruise Lines que se salen de los habituales tonos que suelen lucir este tipo de buques como el blanco, el negro o el azul marino, pero hay una explicación bastante sencilla: los nuevos colores de Fred. Olsen son en realidad los viejos colores de Fred. Olsen. Dicho de otra forma: la compañía ha recuperado las tonalidades que exhibían anteriormente sus barcos.

Fred. Olsen Cruise Lines echa la vista atrás con sus nuevos colores corporativos.

Y cuando digo antiguas es en el sentido más literal del término porque los orígenes de la naviera Fred. Olsen se remontan a 1848 cuando el noruego Frederik Christian Olsen creó una línea marítima que llegó a contar con una flota de 22 veleros de madera a la que las duras condiciones de la época para la navegación dejó diezmada a poco más de la mitad en un breve espacio de tiempo. Con el paso de los años la compañía pasó de generación en generación dentro de la familia Olsen y con un nombre ya consolidado dentro de la industria instauró una imagen inconfundible dentro de su flota con el casco de sus barcos pintado de gris humo y la chimenea y las cubiertas superiores pintadas de un color amarillo muy característico. Vamos que los Fred Olsen no pasaban desapercibidos cuando navegaban. Cuando la compañia se introdujo en el sector de los cruceros, en el año 1986, sus buques retomaron unos colores más convencionales con sus cascos inmaculadamente blancos.

El Blenheim, uno de los buques más emblemáticos en la historia de esta naviera, luciendo los tradicionales colores de Fred. Olsen. La compañía brtánica ha recuperado en 2016 parte de esos colores en esta nueva etapa.
(Fuente: simplonpc.co.uk)

La nueva/vieja identidad cromática de la compañía se debe al salto de la calidad que busca dar la naviera, que pretende posicionarse dentro del mercado premium con su flota de pequeños y clásicos navíos. En palabras de Nathan Philpot, director de márketing y ventas de la compañía, el casco pintado de color gris humo representa «la herencia de los primeros Black Prince y Black Watch de la década de los años 30 del siglo pasado y que en su momento fueron dos de los buques más lujosos  del momento» mientras que la adición de una línea de color rojo cartier es «un recordatorio visual del exclusivo servicio alfombra roja con el que tratamos a nuestros huéspedes».

Los colores y su significado: Gris de tradición. Rojo de calidad.



 Lo cierto es que el conjunto tiene un gran atractivo y después de verlo en directo tengo que reconocer que a mi juicio el cambio de «look» le ha sentado estupendamente al Balmoral otorgándole un toque retro muy elegante que a buen seguro será aún más atractivo si cabe en los buques con línea más clásica de la compañía como es el caso de los gemelos Black Watch y Boudicca. Y si atracado su aspecto resulta ciertamente vistoso, en movimiento la nueva estampa de la nave inglesa es un puro espectáculo visual; esa oportunidad  se nos brindó poco antes de las cinco de la tarde cuando el Balmoral inició la maniobra de desatraque poniendo proa  a la bocana de la ría para, una vez fuera de aguas confinadas, virar a rumbo norte con destino a las islas británicas. A la salida no faltaron como viene siendo habitual en estas ocasiones los soldados napoleónicos de la Asociación Batalla de Brión que despidieron al Balmoral  a cañonazo limpio, gesto que agradeció el navío con una larga pitada a su paso por la fortaleza de San Felipe. Los cruceros se toman un breve descanso en Ferrol hasta el próximo mes; si las previsiones se cumplen el buque germano AidaSol será el próximo inquilino del muelle de Curuxeiras pero para eso habrá que esperar al 8 de mayo.


El Balmoral transitando a la altura del Castillo de San Felipe donde recibió unos cuantos disparos (fotográficos y de los otros).

Salvo
las que así lo indiquen las fotos de esta entrada han sido realizadas
por Diego Veiga. por favor, respetad la autoría de todas ellas.