Hoy les voy a contar una de espías soviéticos…
No, no es el argumento manido de una peli de los 80 de la saga James Bond; y aunque no lo parezca sigo hablando de barcos. Concretamente del Minerva, que nos visitó el pasado lunes 22 de agosto en su primera y única escala de 2011. Ahí donde lo ven en la foto tan coqueto él con su pequeño tamaño y su casco pintado en azul marino esconde unos orígenes bastante oscuros.
El Minerva fue botado como tal en 1996, pero el verdadero comienzo de la historia de este buque habría que fijarlo en 1989 y no en ningún astillero italiano ni alemán, si no tras el telón de acero (imbuidos como estamos en el espíritu del euro acuérdense de que por aquel entonces lo de la Europa unida era todavía una utopía). Es por esas fechas, en los últimos estertores de la URSS, cuando la armada soviética planeó construir un buque de «investigación» (investigar a los enemigos, o sea, espiar) con casco reforzado para navegar por el hielo. El Okean, que ahí se iba a llamar el buque, comenzó a construirse en los astilleros de la ciudad ucraniana de Nikolajev pero el futuro buque se quedó en un casco desnudo quizás porque construir barcos por aquellos días en la casi arruinada URSS no parecía la mejor opción. Llegó la Perestroika, el Glásnost, de ahí se pasó a las revueltas y en 1991 muchas repúblicas soviéticas declararon su independencia, Gorbachov dimitió, la URSS se disolvió como un azucarillo en el café, la hoz y el martillo se quedaron para los libros de historia y el casco del Okean se quedó para criar polvo en los astilleros donde estaba siendo construido (asi de manera muy, muy resumida).
Durante años el inacabado Okean permaneció abandonado a su suerte hasta que a mediados de los 90 la empresa V-ships compró aquel casco con el propósito de transformarlo en un buque crucero de expedición. Para ello se remolcó el barco hasta los astilleros italianos Mariotti, que se encargarían de los trabajos de conversión, donde tras varios meses de construcción emergió un pequeño pero robusto crucero al que bautizaron con el nombre de Minerva.
El Minerva tiene una eslora de 133 metros, una manga de 20 metros y un calado de 6 metros. Su registro bruto es de 12.331 toneladas. En este mundo de gigantes que es la industria crucerística moderna las cifras del Minerva quizás pueden parecer muy discretas, pero la necesidad obliga; Los barcos que se dedican al turismo de expedición por zonas de navegación ciertamente complicadas deben contar con estas dimensiones reducidas.
Como buen espía que se precie tras su fallido intento de trabajar para los soviets, el Minerva ha tenido varias «identidades» desde entonces. Si bien hasta 2003 mantuvo su nombre original, ese año pasó a operar a las órdenes de Saga Cruises que lo re-bautizó con el nombre de Saga Pearl y lo utilizó durante 2 años de una manera muy curiosa: el alquiler del buque lo compartieron la Saga Cruises y la Abercrombie & Kent de manera que nuestro protagonista actuaba como Saga Pearl en verano mientras que en invierno lo hacía como Explorer II. ¡menuda crisis de identidad!
Por si el baile de nombres durante esos 2 años no hubiese sido suficiente, en 2005 el buque fue charteado a la naviera germana Phoenix Reisen, que como no podía ser de otra manera le volvió a cambiar el nombre y lo llamó Alexander Von Humboldt en homenaje al famoso marino alemán.
El Minerva llegó a la ciudad sobre las 07:00 horas procedente de Burdeos para pasar la mañana en la ciudad herculina. Su estancia en A Coruña fue acompañada del típico día de verano; ¿sol y calor? no: lluvia y viento (por típico me refería a este verano), pero a pesar de las dificultades que acarrean estas condiciones climáticas a la hora de hacer fotos valió la pena el remojón para ver al Minerva cabalgar sobre las olas a su salida de camino de Portugal.