Con motivo de la escala inaugural en A Coruña del buque Le Champlain el pasado 23 de abril varios medios de comunicación, entre ellos este blog, tuvimos la oportunidad de acudir a la protocolaria ceremonia de intercambio de metopas y a una posterior visita guiada  por los interiores del navío. Este post pretende ser un pequeño resumen de lo que dio de sí ese «tour», así como mis impresiones sobre todo lo que el Le Champlain ofrece a sus afortunados residentes.

El buque Le Champlain atracado en A Coruña
En su día ya os hablé del buque y hoy os lo enseño por dentro. Bienvenidos a bordo del Le Champlain. (Foto: Diego Veiga)

Ponant, sinónimo del lujo

Antes de empezar con esta visita virtual hay que aclarar en qué clase de navío nos encontramos. El flamante Le Champlain pertenece a la naviera francesa Ponant Cruises, con más de 3 décadas de experiencia en el sector ofreciendo cruceros dentro del segmento más exclusivo deesta industria. Su flota la componen buques pequeños, de apenas 10.000 toneladas (o menos) que ofrecen rutas por zonas inaccesibles para gran parte de la flota crucerística. Basta un simple detalle para darse cuenta de los niveles de calidad de los que estamos hablando; durante el acto de entrega de metopas el capitán propuso un brindis que como no podía ser de otra manera se realizó con la bebida estrella del país vecino: champán, pero no uno cualquiera; se trataba de un Henri Abelé brut, que cotiza en las tiendas gourmet a 30 euros la botella (y había unas cuantas puestas en hielo). Si Ponant trata así a sus invitados, qué no hará con sus clientes…

En cuanto a la decoración se ha buscado la discrección por encima de todo. Salvo una notable excepción que veremos al final del post, los interiores del Le Champlain no dejan con la boca abierta y en (casi) todas las estancias se respira un ambiente sobrio que algunos podrían llegar a considerar soso. No deba entenderse ésto como una crítica sino como todo lo contrario. Eso sí, la calidad percibida es brutal: zonas profusamente revestidas en maderas nobles de tonos claros combinadas con una paleta de colores neutros, y todo ello plagado con detalles que dejan patente que no se ha escatimado un euro a la hora de diseñar los interiores de este barco-boutique. Uno que me encantó fue el embellecedor en piel donde van incrustados los números de cada camarote, perdón, quiero decir suite (que ésto es Ponant). Simplemente exquisito.

Estancias acogedoras para disfrutar de su brutal ratio de espacio por pasajero

Dado que la recepción con el capitán tuvo lugar en el Grand Salon empezaré el recorrido virtual por esta estancia. Situado en la cubierta 3, la primera accesible al pasaje, se trata del centro neurálgico de la nave con sus 200 metros cuadrados y el principal punto de reunión de los pasajeros tanto de día como de noche. El Grand Salon cuenta con un bar en uno de los extremos y un precioso piano de cola para amenizar nuestra copa con música en directo. La decoración y el ambiente tranquilo invitan a quedarse un buen rato. Si caminamos hacia la proa accederemos al vestíbulo central, con la zona de tiendas y el mostrador de recepción y el de las excursiones, mientras que hacia popa pasaremos a la piscina.

Una piscina de ensueño… e infinita

Un buque tan exclusivo como éste no podía tener una piscina al uso. La del Le Champlain es de las del tipo infinito, con una de las paredes acristaladas para ofrecer una visión panorámica del océano y tener así la sensación de que nos estamos bañando en él. Cuenta además con un sistemade natación contracorriente para hacernos unos «largos» sin que sus pequeñas dimensiones sean un inconveniente. Un bar y un área de tumbonas en la zona anexa completan la instalación.

Desde la zona de piscinas y bajando por unas escaleras llegamos a la marina, una plataforma hidráulica ajustable en altura y que puede usarse para nadar en el mar o para la práctica de ciertos deportes acuáticos como el kayak o el paddle surf. La estructura también puede funcionar a modo de embarcadero para subir en alguna de las 10 zodiacs que equipa el navío y que se utilizan  durante ciertas expediciones polares.

Salones principales con excepcionales vistas

En la cubierta 4 se ubica el Le Nautilus, el restaurante del Le Champlain. Sus 260 metros cuadrados de superficie permiten albergar a la totalidad del pasaje en un sólo turno que podrá deleitar su paladar con una grastronomía de primer nivel mientras disfrutan de una excelentes vistas panorámicas de 180 grados. La decoración del Nautilus sigue la norma del resto de estancias del navío; elegancia sin estridencias gracias a la acertada combinación de blancos y dorados. En uno de sus extremos cuenta con un buffet de ensaladas, postres y quesos.

Además del Grand Salon, el Le Champlain cuenta con el salón-observatorio Jules Verne, situado a proa de la cubierta 6. Su privilegiado emplazamiento ofrece a los allí presentes unas inmejorables vistas para relajarse perdiendo la mirada en el océano o bien leyendo algún libro, puesto que este salón también funciona a modo de biblioteca.

La cubierta más alta de la nave está reservada para la zona de spa y gimnasio. Tiene un tamaño pequeño pero más que suficiente para satisfacer todos los caprichos del pasaje. La zona de spa alberga varias cabinas de masaje donde se ofrecen una amplia y variada selección de tratamientos corporales, una de estas salas presenta además unas impresionantes vistas al mar. También es panorámica la sauna, desde la que podremos ver el mar mientras nuestro cuerpo se relaja.

Como suele ser habitual en este tipo de visitas, no nos mostraron los camarotes pero aún así comentaré algo de ellos. Salvo en la categoría más básica en la que Ponant aún habla de «cabinas» el resto de alojamientos del Le Champlain son suites y en su totalidad presentan terraza privada además de servicio de habitaciones las 24 horas. Los tamaños van desde los 19 hasta los 45 metros cuadrados sin contar la terraza. Mención aparte merece la «suite de l´armateur»: Situada a estribor y en la popa de la cubierta 6 llega hasta los 45 metros cuadrados a los que hay que sumar una terraza con otros 30 metros cuadrados que tiene un espectacular jacuzzi. A las «amenities» incluídas para el resto del pasaje, los huéspedes de esta suite suman a mayores el servicio de mayordomo, 1 hora de spa incluída en la tarifa y un traslado gratuito entre el barco, el hotel y/o el avión.

Suite del Le Champlain
Los alojamientos más básicos a bordo del Le Champlain ofrecen ya un nivel de calidad más que generoso. (Foto: Ponant Cruises)

La guinda del pastel: el Blue Eye, el primer primer mirador submarino a bordo de un crucero.

Pero lo mejor quedaba para el final de la visita y muchos de los que nos encontrábamos a bordo, al menos los que ya conocíamos las instalaciones del buque aún sin haberlo visitado, lo sabíamos. Nuestra guía (un 10 para ella) nos condujo de nuevo a las entrañas de la nave, hasta los pies de unas escalera que, después de lo visto, podemos decir que suponen la entrada a un mundo irreal. Y es que si todas las instalaciones del Le Champlain son «terrenales» (derrochando toneladas de lujo, eso sí) el Blue Eye, que así se llama la estancia estrella de la nave gala, te plantea incluso el dilema de si sigues en el barco o has entrado en el decorado de una película de ciencia-ficción.

Los ojos del crucerista no darán crédito a lo que se esconde detrás de este nombre.

Ubicado en la cubierta 2, el Blue Eye es basicamente el primer salón/mirador submarino a bordo de un buque de cruceros (bueno, el segundo, puesto que el primero fue el de su gemelo, el Le Lapèrouse). Situado bajo la línea de flotación la estancia tiene dos amplios ojos de buey de forma elíptica que permiten ver el fondo marino. La forma de dichas ventanas no es casual sino que simbolizan los ojos de un gran cetáceo; de hecho la decoración de la sala, con líneas verticales a modo de barbas, busca crear la sensación de hallarnos en el interior de una ballena. Además de la visión directa, un grupo de cámaras situadas junto al bulbo de proa proyectan las imágenes grabadas en unas pantallas de la sala.

En el interior del Blue Eye del Le Champlain
Entrar en el Blue Eye es lo más parecido a hacerlo en la guarida de un villano de una peli de James Bond. (Foto: Diego Veiga)

La experiencia en el interior del Blue Eye es multisensorial porque además de todo lo que se puede ver también se pueden escuchar los sonidos del mar gracias a unos hidrófonos situados bajo la quilla del Le Champlain, pudiendo oírse en algunas ocasiones los sonidos de la ballenas. Si la fauna circundante no está muy «habladora» el avanzado sistema de audio de la sala emite su propia banda sonora, creada por Michel Redolfi e inspirada en sonidos propios del océano, lo que unido a la iluminación atenuada invita a abstraerse por completo escudriñando el fondo marino a la búsqueda de alguna llamativa criatura. En las aguas del puerto coruñés, con su sempiterno mar de fondo presente, poco pudimos ver a través de los cristales más allá de algún mújol despistado pero no resultaba difícil imaginarse la experiencia navegando por las cristalinas aguas del Caribe por ejemplo. A nivel de ingeniería la complejidad del Blue Eye es extrema porque obligó a sus creadores a buscar soluciones nunca antes vistas en un buque de pasaje para garantizar la integridad de la estructura. Así el vidrio de los ventanales, de varios centímetros de grosor y a prueba de balas, es capaz incluso de soportar el impacto de bloques de hielo, algo necesario ya que el buque transita en muchas ocasiones por regiones polares. En las pruebas de esfuerzo se demostró que estos cristales son tan resistentes como el propio casco de acero de la nave.

En el interior del Blue Eye del Le Champlain
Los sonidos y la iluminación atenuada (que en la foto no se aprecia) crean una atmósfera sobrecogedora y permiten vivir una experiencia nunca antes vista en un buque de cruceros. (Foto: Diego Veiga)

Y con la visita al Blue Eye finalizo el fantástico recorrido por esta nave de ensueño. No quisiera terminar esta entrada especial sin agradecer a la Autoridad Portuaria de A Coruña las gestiones realizadas para poder participar en esta visita guiada al Le Champlain, agradecimientos que hago extensibles tanto a la propia compañía Ponant Cruises como a la consignataria de la naviera. Mil gracias a todos.

Situado a proa de la cubierta 3, el teatro del Le Champlain tiene un aforo de 188 butacas y cuenta con las últimas tecnologías de luz y sonido. (Foto: Diego Veiga)