(Foto: José Manuel Cereijo)

Lo que el mal tiempo te quita el mal tiempo te lo devuelve. Al menos es la moraleja que podemos extraer en estos primeros días del año. La semana pasada nos quedábamos un poco desilusionados por la anulación de varias escalas debido a las condiciones climatológicas lo que le quitaba brillo al que se presentaba como un fulgurante inicio de la campaña crucerística en nuestra dársena. Fueron dos las anulaciones, las de los buques Saga Sapphire y Saga Ruby, ambos de la naviera Saga Cruises, que decidían continuar rumbo o permanecer resguardados en otros lugares prescindiendo así de su parada prevista en A Coruña, una circunstancia que si bien era más una anécdota en el caso del primero se convertía en una enorme decepción en el caso del Ruby al tratarse su recalada prevista en los muelles coruñeses de la última antes de ser retirado del servicio activo a su llegada a Southampton esta misma semana tras más de 40 años de carrera comercial. Todo un mazazo para los shipspotters locales y para todos los amantes de los navíos clásicos. Pero al menos no todo fueron malas noticias. El mal tiempo que obliga a
modificar las rutas no sólo trae anulaciones si no también recaladas imprevistas; de esa manera y en un extraordinario regalo de reyes los
coruñeses recibimos el pasado día 6 la inesperada visita del buque
Aurora. A río revuelto ganancia de pescadores…

Una leyenda que no volverá: La anulación de la escala del Saga Ruby impedirá 
que los coruñeses volvamos a ver a todo un clásico de los mares.

…Quizás demasiado revuelto. Por eso el «master» del Aurora decició resguardarse por unas horas en la costa gallega antes de continuar su camino hacia el Caribe para que las adversas condiciones de la mar no convirtieran un viaje de ensueño en toda una pesadilla. De esa manera el navío de la compañía británica P&O llegó pasadas las 09:00 horas procedente de Southampton y lo hizo en mitad de un gran chubasco que impidió a los «afotadores» que habíamos ido a contemplar la maniobra del imponente navío inglés ver las evoluciones en su trayecto hasta el muelle de transatlánticos. Visibilidad cero. Eso sí el viaje no fue en vano y sirvió para comprobar que los fabricantes de cámaras hacen su trabajo a conciencia dado que los equipos fotográficos llegaron a casa completamente empapados.

El chubasco que caía en el momento de la llegada del Aurora (en la imagen se le intuye 
doblando el dique de abrigo) impidió a los shipspotters disfrutar de la maniobra de atraque.
(Foto: Manuel Candal)

La última visita de este ya clásico de nuestra ciudad fue hace poco más de un mes, a primeros de diciembre, y en aquella ocasión con motivo de su visita escribí una entrada comentando los múltiples males que aquejan a este nave y que le han hecho ganarse una cierta reputación de gafe dentro de la industria crucerística. Puede que resulte un tanto exagerado pese a que leyendo sus numerosos incidentes parece que a esta nave la ha mirado un tuerto pero lo que está claro es que el  Aurora no «colabora» mucho para quitarse ese sambenito de encima; la prueba la tuvimos el pasado lunes cuando el buque se disponía a zarpar.

(Foto: José Manuel Cereijo)

Tras unas horas atracado en el muelle de transatlánticos y con un ligero retraso sobre la hora prevista finalmente el Aurora soltó amarras a las 18:30 horas dando atrás lentamente hasta llegar a la altura del Castillo de San Antón. Una vez sobrepasada la fortaleza que custodia la ría el soberbio navío comenzó a girar lentamente sobre sí mismo y cuando su proa ya apuntaba hacia el canal de salida… ahí se quedó.

(Foto: José Manuel Cereijo)

Con el paso de los minutos las miradas de los curiosos y de los aficionados que se encontraban en las inmediaciones del puerto comenzaron a observar con extrañeza la maniobra que se demoraba más de lo previsto. Aquello no era lo normal pero no fue nada comparado con lo que pasó a continuación; pasados unos minutos el Aurora comenzó lentamente a ponerse en movimiento retomando el giro en una especie de intento por deshacer lo hecho hasta ese momento quizás con la idea de volver a su amarre, pero cuando el buque apuntaba de nuevo con su proa hacia el punto del que había partido minutos antes continuó el giro. Aquello ya no tenía ningún sentido. La respuesta a tan raro comportamiento era un fallo mecánico, una avería en los estabilizadores del navío para ser más exactos. Una muesca más en su largo historial de incidencias y achaques que contribuyen a acrecentar aún más la leyenda negra del Aurora.

El Aurora haciendo de derviche.
(Foto: José Manuel Cereijo)

Los estabilizadores son unas alas desplegables bajo la línea de flotación y situadas hacia el centro de los barcos de pasaje que sirven para contrarrestar el balance causado por el viento o las olas que actúan sobre la nave. Se controlan giroscópicamente y tienen la capacidad de cambiar su ángulo de ataque sobre el agua; así cuando los sensores que controlan este mecanismo detectan el empuje de la ola sobre el barco, los
sistemas de la nave mueven automáticamente los estabilizadores a fin de
ejercer presión en la dirección opuesta.
Este sistema es altamente efectivo y elimina cerca del 85 % del balance de un barco pero por desgracia no tiene efecto sobre el cabeceo (cuando la proa baja y la popa sube o viceversa).
Todos los buques de crucero llevan hoy en día estabilizadores, la mayoría de ellos un par (una ala por costado) pero algunos gigantes como el Queen Mary 2 o el Oasis of the Seas montan dos pares. Después de esta pequeña explicación comprenderán la incoveniencia que supone hacer frente a una travesía como la que afrontaba el Aurora a su salida de nuestra ciudad completamente «desestabilizado».

 El malparado Costa Concordia nos sirve de modelo para ver los estabilizadores de un barco de crucero. Las flechas verdes señalan el estabilizador de babor de la nave italiana completamente desplegado.
(Foto: Autor desconocido)

Desestabilizados debieron quedar los casi 2.000 pasajeros del Aurora que observaron con resignación como después de soltar amarras el único movimiento del buque fue el de dar vueltas y más vueltas sobre sí mismo tratando de dar con el fallo mecánico. Finalmente y tras más de dos horas de giros como si de una peonza se tratase, la nave inglesa comenzó a moverse al fin en línea recta síntoma inequívoco de que la avería había sido subsanada y una vez superado el dique de abrigo se dispuso a realizar una larga navegación de casi una semana sin tocar tierra hasta alcanzar aguas caribeñas, concretamente la isla de Antigua como parte de su vuelta al mundo y que le tendrá entretenido hasta la primera semana de abril en la que el Aurora volverá a Europa para retomar su habitual agenda de cruceros por el viejo continente con Southampton como base de operaciones. Por nuestro puerto lo volveremos a ver, imprevistos aparte, a principios del mes de julio.

Esta misma estampa se volverá a repetir en verano (esperemos que con algo de sol)
(Foto: Manuel Candal)

Para acabar quisiera darle las gracias tanto a Jose Manuel Cereijo como a Manuel Candal por las fotografías prestadas para elaborar esta entrada.