¿Alguna vez se han parado a pensar sobre el porqué de los nombres de los barcos?. El origen de algunas denominaciones es un tema plagado de anécdotas y curiosidades y si hubiera que escribir sobre él daría para muchas páginas (prometo dedicarle alguna entrada al asunto). Al igual que sucede con otros aspectos de las naves de crucero como la forma del casco o las instalaciones a bordo, los nombres de los buques también están sujetos a las modas; la actual, bastante poco original por cierto, consiste en la de anteponer a la denominación elegida para dicho barco el nombre de la naviera con el propósito de crear una mayor idea de unión y de identidad entre buque y compañía. Es la tendencia seguida por cnavieras como Celebrity Cruises, Aida Cruises o Carnival y que dan lugar a nombres tan rimbombantes como por ejemplo el Celebrity Constellation que hace unas semanas visitó nuestra ciudad. Esta fórmula no es nueva y se lleva usando desde hace muchos años en algunas compañías como la italiana Costa Cruceros o la americana Princess Cruises (en el caso de ésta el nombre de la naviera va al final) pero en la actualidad muchas empresas se han lanzado a utilizarla.

Las tendencias actuales a la hora de bautizar un buque de pasaje dan lugar 
a nombres tan sonoros como el del Celebrity Constellation, de visita hace 
unas semanas por la ciudad.

Afortunadamente existe un antídoto contra los vulgares dictámenes de las modas y es la tradición. El mundo naval no es ajeno a ella;  las navieras más «conservadoras» no suelen usar estas nomenclaturas modernas y los nombres que aparecen en las amuras de sus buques destilan notables reminiscencias del pasado y el respeto por las generaciones predecesoras; así tenemos a Cunard, que 80 años después sigue usando la denominación «Queen» para sus barcos pese a que cualquier parecido de las actuales naves (salvo el Queen Mary 2) respecto a los legendarios «liners» de principios de siglo XX sea pura coincidencia. Otro ejemplo sería la británica P&O cuyo nuevo buque previsto para ver la luz en 2015 y que se convertírá en la mayor nave de pasaje de todos los tiempos destinada al mercado británico recibirá el histórico nombre de Britannia (otra tradición de esta naviera es que casi todos los nombres de sus buques terminan en -a y casi nunca exceden de las 10 letras).

El futuro buque de la naviera P&O recibirá el nombre de Britannia.
(Fuente: P&O)

Otro de los nombres importantes en esto de respetar las tradiciones es la naviera Holland America Line, una de cuyas criaturas, el Rotterdam, visitó A Coruña el pasado martes 1 de octubre y cuya escala es el motivo por el cual les suelto todo este rollo. Procedente de (oh, casualidad) Rotterdam pasadas las 08:30 horas el buque holandés (de nombre y de bandera) pasaba a la altura de la Torre de Hércules. La figura del insigne faro romano no debió de resultarle desconocida al Rotterdam puesto que se trataba de su segunda escala en la ciudad tras el debut realizado apenas dos semanas antes. Tras recorrer de forma pausada el trecho que lo separaba de su amarre en el muelle de transatlánticos y quedar asegurado a los norays del muelle, los 1.316 pasajeros que transportaba tuvieron la oportunidad de bajar a tierra para realizar las preceptivas excursiones por la ciudad y alrededores acompañados de un día que, sin ser veraniego invitaba al paseo. También sirvió a los aficionados a los barcos o a los simples curiosos para acercarse a las inmediaciones portuarias para contemplar la formidable estampa del histórico visitante que acababa de llegar a la urbe.

(Foto: Manuel Candal)

Histórico y muy tradicional porque los 140 años de la naviera Holland America Line, propietaria del barco, pesan como una losa a la hora de bautizar a sus naves, todas ellas acabadas con el sufijo -dam tal y como manda la estricta tradición neerlandesa de usar esta terminación para sus buques de pasaje. A lo largo de casi siglo y medio el mundo ha visto como la compañía holandesa que cubría originalmente la ruta transatlántica entre los Paises Bajos y el nuevo continente ha botado innumerables buques, muchos de los cuales forman parte de la historia de la navegación transoceánica con letras de oro. Sin embargo, y pese a que las naves han sido muy numerosas, los nombres usados para bautizarlas han sido más bien pocos generando denominaciones que por lo profundamente arraigadas hoy en día se consideran leyenda pura de la historia naval; la de nuestro protagonista de hoy es una de ellas. Tal es el peso histórico de su nombre que el actual Rotterdam, pese a ser construido hace ya 16 años y ser superado por unidades más grandes y modernas de la flota sigue siendo, junto a su gemelo Amsterdam, el buque insignia de la naviera Holland America Line.

(Foto: Manuel Candal)

Nuestro protagonista de hoy  pertenece a una de las dinastías con más abolengo de la historia de la navegación comercial. La dinastía de los Rotterdam comienza a finales del siglo XIX cuando de los astilleros Henderson Coulborn & Co. de Inglaterra nace el primer Rotterdam. Fue en 1872 y tan sólo un año después el buque fue vendido a una naviera recién creada, la Netherlands America Steamship Company, la compañía sobre la cual se cimenta la actual Holland America Line. Las cifras de este navío en poco se parecían a las de los actuales mastodontes flotantes; transportaba a casi 300 personas, 8 en primera clase y 288 en las dos restantes. Tras la venta del primer Rotterdam en 1883, la naviera compró en el año 1886 un navío que fue rebautizado con este mismo nombre; se trataba de un buque de 4 palos construído en los míticos astilleros irlandeses de Harland & Wolff en 1878. El buque realizó su primera singladura Rotterdam – Nueva York en noviembre del 86 y durante casi una década paseó el nombre de la ciudad holandesa por todo el Atlántico norte. En 1895 fue renombrado como Edam y cuatro años más tarde mandado a desguace.

El segundo Rotterdam. Nada que ver con el actual…
(Foto: Unofficial HAL collection)

Tras el cambio de nombre de este último navío en 1895 la denominación Rotterdam quedó libre, pero no por mucho tiempo; ese mismo año la naviera holandesa encargaba a los astilleros Harland & Wolff de Belfast, el lugar que vería nacer unos años más tarde al legendario Titanic, un nuevo buque para su servicio transatlántico. El nuevo Rotterdam, el tercero de la saga, fue botado en 1897 iniciando ese mismo año el servicio en la ruta RotterdamBolougneNueva York, que se mantendría hasta 1906 cuando la nave fue vendida a la Scandinavian America Line y rebautizada como CF Tietgen. Tras numerosos cambios de propietario y ya rebautizado como SS Dwinsk, el barco acabó en manos de la Cunard Line y con un final trágico; en 1918 es torpedeado sin previo aviso por un submarino alemán 400 millas al NE de las Bermudas con el resultado final de 22 muertos.

El tercer Rotterdam (en la foto ya como SS Dwinsk) acabó sus días en el fondo del mar.
(Fuente: wrecksite.eu)

Tras la venta del tercer Rotterdam, Holland America volvió a encargar un sustituto a los mismos astilleros  que los dos anteriores y así nació el cuarto Rotterdam en 1908. Se trataba de un elegante ejemplar de dos chimeneas con unas cifras de 204 metros de eslora, 23 metros de manga, 24.149 toneladas de registro bruto y que en su interior podía albergar a casi 3.000 personas;: 35 en primera clase, 555 en segunda y 2.232 en tercera. El buque se mantuvo 32 años en activo hasta que en enero de 1940 y ya muy superado por la competencia fue vendido para desguace.

El cuarto Rotterdam.
(Fuente: cruiselinehistory.com)

Pero si el nombre alcanzó el status de prestigio que hoy en día ostenta fue en gran parte gracias al quinto Rotterdam, el antecesor de nuestro protagonista de hoy. Conocido como «La Gran Dama» fue concebido a finales de la década de los 30 pero la irrupción de la II Guerra Mundial hizo que el proyecto se pospusiese hasta principios de los 50. En una época donde los transatlánticos tenían la batalla perdida frente al avión a reacción el diseño original fue completamente renovado y en muchos conceptos su diseño fue revolucionario hasta el punto de que muchas de sus características las podemos ver hoy en día en los modernos cruceros. Por ejemplo una de sus señas de identidad más notables, la doble chimenea dispuesta en paralelo, repite disposición en el actual Rotterdam a modo de homenaje hacia el buque que le precedió y que tantos días de gloria le otorgó a su naviera.

Un homenaje en las alturas: Las icónicas y revolucionarias chimeneas del SS Rotterdam (arriba) fueron la inspiración para el diseño de las del actual Rotterdam (abajo).
(Foto arriba: Andre Kempe)
(Foto abajo: Carlos Rapela)

El SS Rotterdam fue vendido en 1997 cuando la entrada de la nueva normativa SOLAS obligaba a llevar cabo una reforma en la nave que resultó imposible por lo inasumible del coste. Curiosamente el buque siguió operando para otra naviera, la Premier Cruises, bajo el nombre de SS Rembrandt hasta que la compañía entró en bancarrota en el año 2000. Abandonado a su suerte en Freeport (Bahamas) el futuro de una nave de casi medio siglo de vida parecía abocado al desguace pero por fortuna y tras cuatro años de ostracismo el Rotterdam fue comprado por un grupo inversor con el propósito de restaurarlo y convertirlo en barco-museo en la ciudad que le daba nombre. El navío abrió al público de nuevo en 2010 esta vez en su nuevo rol como hotel flotante, con su nombre y aspecto originales convirtiéndose en el principal atractivo del puerto de Rotterdam.

El afamado SS Rotterdam, el quinto de la saga y que era apodado como 
«La Gran Dama» llegando al puerto que le da nombre tras ser restaurado.
 (Fuente: havenkade.nl)

Y así llegamos al portador actual de tal insigne nombre, el MS Rotterdam (MS por lo de motor ship), y sexto integrante de la dinastía, nacido en 1997 en los astilleros italianos Fincantieri y que de momento constituye la última parada de un emocionante viaje de 127 años cargado de miles de sucesos, varios navíos pero protagonizado por un único nombre. Quien sabe si el paso de los años convertirá al actual Rotterdam en otra leyenda de los mares, eso sólo el tiempo lo dirá…  Tras pasar gran parte del día en la ciudad herculina finalmente cuando el reloj marcaba las seis de la tarde el navío holandés siguió camino poniendo rumbo hacia el puerto de Leixoes. El próximo año ya está confirmada la vuelta de este buque a A Coruña; quizás no el más grande de los que nos visiten este año pero sin lugar a dudas uno de los nombres más ilustres.

 El Rotterdam transita por el interior de la ría coruñesa dirigiéndose hacia su punto de amarre.
Mis agradecimientos en esta ocasión a Carlos Rapela y a Manuel Candal por su colaboración en forma de fotos.