Tal día como hoy, un 4 de septiembre, pero de hace 10 años hacía escala en el puerto coruñés un buque muy especial (al menos para mí): el  pequeño Kristina Regina.

(Fuente: shipspotting.com)




 Desconozco si dicha escala era la inaugural de la nave en nuestra ciudad aunque casí podría asegurar que no. Tampoco podría decir a ciencia cierta si fue su última presencia en la dársena herculina; lo que si puedo afirmar sin temor a equivocarme es que esa fue la primera y la última vez que vi a este precioso navío que desde ese día se convirtió sin lugar a dudas en uno de mis favoritos. Y no sólo lo es por sus líneas clásicas de navío de otra época; su historia forma parte de su encanto, con una dilatada carrera llena de éxitos y que en contra de lo que desgraciadamente suele ser habitual en este tipo de buques tuvo un final feliz. Hoy aprovechando la efeméride que supone el décimo aniversario de su escala en la ciudad voy a aprovechar para contar algunos detalles de este peculiar navío.

El precioso Kristina Regina zarpando de A Coruña (quien sabe si por última vez) el 4 de septiembre de 2007.

Se llamaba Kristina Regina en 2007 y pertenecía a una pequeña naviera denominada Kristina Cruises pero para relatar la historia de este minúsculo buque hay que remontarse mucho más atrás; concretamente a finales de la década de los 50 del pasado siglo XX. Por aquellos días la Bore Shipping Company necesitaba un nuevo barco para cubrir la complicada ruta Turku – Mariehamn – Estocolmo. Esta naviera inició por aquella época una colaboración con otras compañías finlandesas que acabaría dando origen a la que hoy conocemos como Silja Line. El encargo del nuevo buque fue realizado a los astilleros suecos Oskarshamn y el nuevo navío vio la luz en abril de 1960. se trataba de un barco de elegante perfil de 3.492 toneladas de registro bruto que tenía unas dimensiones principales de 99´8 metros de eslora, 15´2 metros de manga y un calado de 5´5 metros. ¿Su nombre?: SS Bore.

El casco del SS Bore ya en el agua en los astilleros de la ciudad sueca de Oskarshamn.
 (Fuente: ssmaritime.com)

Medidas aparte el Bore contaba con una serie de características bastante particulares; pese a que por aquel entonces  la propulsión a vapor ya se encontraba en franca retirada se apostó por este sistema para mover al nuevo buque, de hecho el SS Bore fue el último de los buques de línea escandinavos construídos con propulsión a vapor. Otro rasgo importante del barco y que suponía su principal rasgo de identidad eran sus dos chimeneas en línea que también seguían la tradición de los clásicos «liners». Durante más de 15 años el SS Bore realizó su cometido con diligencia, cambiando puntualmente de ruta en función de las necesidades y con una reforma en 1972 donde se le añadieron varios camarotes como hecho más noticiable.

El coqueto SS Bore, un buque que ya nació siendo un clásico.
(Foto: Torkjell Bang Pedersen)

A finales del verano de 1976 la Silja Line decidió vender el SS Bore, que permaneció amarrado por espacio de un año en Estocolmo. En 1977 el buque fue vendido a la Jakob Lines que tras una profunda reforma lo puso de nuevo en servicio rebautizándolo como SS Borea. Esta etapa resultó tener bastantes altibajos en comparación a sus primeros años de vida; el navío pasó por numerosas compañías en régimen de chárter hasta que en 1984 la Jakob Lines decidió venderlo a la Aura Lines, una compañía que pretendía reestablecer el servicio entre las ciudades de Turku y Estocolmo con un buque turístico a vapor. El plan duró apenas unos meses; la compañía quebró y el Borea quedó abandonado a su suerte en el río Aura en Turku. Surgieron a partir de entonces numerosas propuestas de las que ninguna llegó a buen puerto. No fue hasta 1987 cuando surgió una nueva oportunidad comercial para nuestro protagonista de hoy.

Ya como Borea atracado en algún puerto escandinavo a principio de la década de los 80.
(Foto: Erik Hag)

Rannikkolinjat. Ese era el nombre de la naviera finlandesa propiedad de la familia Partanen que compró el Borea y para el que tenía grandes planes. Para llevarlos a cabo el buque pasó por los astilleros Wartsila de la ciudad finesa de Kotka donde su vetusta propulsión a vapor fue sustituída por unos modernos motores diésel que producían 3.233 KW cada uno. Tras esta remodelación el remotorizado barco fue enviado a los astilleros Holming de la también finlandesa ciudad de Rauma donde se llevaron a cabo el resto de trabajos para adaptarlo a su nueva condición de buque de cruceros para lo cual se instalaron 120 camarotes completamente equipados además de añadírsele una sala de conferencias con capacidad para 250 personas en lo que antes era la cubierta donde se alojaban los vehículos. Todas estas mejoras aumentaron el registro bruto de la nave hasta las 4.295 toneladas. La disposición interior del buque fue modificada totalmente no así su decoración, que respetó el estilo original, así como también se mantuvo inalterable su inconfundible doble chimenea. El barco pasó de ser el SS Borea (SS son las iniciales de «Steam Ship» o barco de vapor) a MS («Motor Vessel») Kristina Regina.

 
El Kristina Regina en los astilleros Holming de Rauma listo para su nueva aventura comercial.
 (Fuente: shipspotting.com)

Como lo de Rannikkolinjat era un poco complicado de pronunciar para los extranjeros los propietarios decidieron cambiarle el nombre a la compañía por Kristina Cruises. En un principio el Kristina Regina se dedicó a hacer cruceros por el mar Báltico pero navegó por otras aguas como las del Mediterráneo o Canarias contando siempre con un público fiel gracias a las especiales características que suponía hacer un crucero a bordo de esta joya naval, como el hecho de permitir las visitas en el puente a cualquier hora del día o el placer de pasear por sus salones y pasillos revestidos elegantemente de paneles de madera. Precisamente esta última característica fue una de las cosas que lo jubilaron.

(Fuente: shipspotting.com)

A finales de la primera década del siglo XXI varios de los buques de cruceros más veteranos de la industría veían su futuro amenazado por culpa de la revisión de la estricta normativa SOLAS  (iniciales de Safety On Life At Sea), una convención internacional fundada a raíz de la catástrofe del Titanic y que dicta una serie de medidas de seguridad de obligado cumplimiento para todo buque perteneciente a países adscritos a la Organización Marítima Internacional (OMI). Su última revisión, la SOLAS 2010 se llevó por delante algunos clásicos navales como el Saga Rose o el Black Prince, incapaces de adecuarse a sus restrictivas exigencias. Otros pudieron cumplir los requisitos exigidos gracias a costosas reformas, una reforma que en el caso de nuestro Kristina Regina resultaba inviable económicamente y apuntaba a un final amargo en alguna infame playa asiática donde este auténtico tesoro naval desaparecería a golpe de soplete. Pero en ocasiones, desgraciadamente las menos, estas historias tienen un final feliz.

El Kristina Regina maniobrando en Vigo durante su última escala en tierras gallegas en mayo de 2010.
(Foto: Ángel Luís Godar Moreira)

El 29 de julio de 2010 la naviera Kristina Cruises anunciaba que el Kristina Regina había sido vendido a la Oy SS Borea Ab Shipping Company, una sociedad escandinava dedicada a la restauración de buques relevantes en la historia naval finlandesa. Los planes consistían en restaurar la nave devolviéndole su aspecto original como SS Bore para utilizarlo como hotel, restaurante y buque-museo en un atraque permanente situado en el río Aura a su paso por la ciudad de Turku. Dicho y hecho; tras conseguir el apoyo  de la ciudad finlandesa que confirmó la cesión gratuíta del amarre comenzaron los trabajos de restauración que se llevaron a cabo en un tiempo récord de apenas dos meses. El 10 de octubre de ese mismo año el renacido SS Bore fue reinaugurado luciendo el mismo espléndidio aspecto que atesoraba medio siglo antes y hoy en día es una de las mayores atracciones de la ciudad de Turku junto a su impresionante castillo medieval, su catedral o el Sibelius Museum, dedicado a la figura del genial compositor finés.

El restaurado SS Bore en su amarre permanente de la ciudad de Turku.
(Fuente: mapio.net)

Como mencioné antes el SS Bore realiza en la actualidad dos funciones: la primera como hotel, el Laivahostel Borea de 3 estrellas, que ofrece un alojamiento asequible en la ciudad finlandesa con el atractivo de poder dormir a bordo de un buque restaurado. La segunda es su uso como barco-museo; el 27 de mayo de 2011 fue inaugurada a bordo del navío una exposición permanente donde se cuenta toda la historia del barco, además de mostrar mediante material foto y videográfico como era trabajar y vivir a bordo del SS Bore a lo largo de las diferentes épocas, pudiendo acceder a los camarotes de la tripulación o al propio puente de mando. El SS Bore constituye en sí mismo una pieza de museo del Forum Marinum, que cuenta con una exposición de más de 100 barcos, parte de los cuales se de pueden contemplar en el edificio Linnanpuomi, situado en las proximidades. Los ejemplares más grandes, como el propio SS Bore se encuentran atracados en el río Aura y entre ellos destaca además de nuestro protagonista de hoy los grandes veleros The Sigyn y el impresionante Suomen Joutsen (1902) o los buques de guerra de la marina finlandesa Karjala y Keihässalmi.




Arriba: En la actualidad el ex-Kristina Regina funciona como hotel y museo.
Abajo: El actual SS Bore (señalado con la flecha roja) forma parte de la espectacular colección de barcos del Forum Marinum, que cuenta con más de 100 unidade, entre ellas varios navíos de guerra y el impresionante velero Suomen Joutsen.
(Foto arriba: Laivahostel Borea)
(Foto abajo: forum-marinum.fi)

Como ven no todos los buques de pasaje tienen por qué acabar varados en alguna infernal playa asiática a la espera de que el soplete los haga desparecer, quedando sólo en el recuerdo de unos pocos que tuvieron la suerte de viajar a bordo o de verlos navegar. La moraleja que se extrae de la historia del Bore/ Kristina Regina es la de que el respeto por el legado naval de un país (en este caso Finlandia) debe estar por encima de cuestiones económicas; no todo se debe argumentar desde un punto de vista empresarial, de si algo da beneficios o no. El legado de un país (en este caso el naval) se debe mantener cueste lo que cueste porque es parte de nuestra identidad, una parte esencial para que las generaciones venideras comprendan de donde venimos, algo que resulta indispensable para saber hacia donde vamos. Es una lección que por estas tierras deberíamos aprender cuanto antes sino queremos desprendernos hasta del último resquicio de nuestro ingente patrimonio naval. El último (y doloroso) capítulo ha sido la venta para desguace del otrora mayor símbolo naval de nuestra Armada, el portaaviones Principe de Asturias (R-11) pero vendrán más, muchos más. Está en nuestra mentalidad. Nos queda el consuelo al menos de que no en todas partes piensan igual que nosotros.

 Un bucólico y típico paisaje finés con el SS Bore atracado a orillas del (congelado) río Aura.
(Fuente: shipspotting.com)