El parón de estos últimos días en el blog (que también tengo derecho a unas minivacaciones) ha provocado que se me haya pasado una efeméride relacionada con los buques de cruceros que atracan en A Coruña y que tuvo lugar el pasado día 12. Y es que precisamente ese día se cumplieron 20 años de una de las últimas escalas en nuestros muelles de un buque muy especial: el Apollon. Como la historia que rodea a este navío, desconocido para el gran público, me parece bastante interesante he decidido publicar igualmente la efeméride aunque sea con unos días de retraso. Espero que los lectores sepan perdonar esta licencia pero ya saben que en pleno verano (y más en agosto) los horarios y las planificaciones van a otro ritmo. 



Hoy el blog echa la vista atrás para recordar a uno de esos navíos clásicos que nos visitaban a finales de la década de los 90.
(Foto: Peter J. Fitzpatrick)

Se trata de una efeméride muy cogida con pinzas, lo reconozco, porque ni siquiera puedo afirmar que la de aquel 12 de agosto de 1998 fuese la última escala de dicho buque en nuestro puerto. Lo que es seguro es que ese día la nave atracó en nuestra ciudad y que aquella es la última visita que tengo documentada, como atestigua la foto de inicio del post, sacada ese mismo día. Ese año el Apollon se convirtió en uno de los buques que más recaladas hizo en A Coruña con unas 8 escalas y pese a que ni su aspecto ni su tamaño resulten especialmente llamativos, la existencia de este navío es crucial para poder entender la historia contemporánea de la industria del crucero. Por este motivo hoy os voy a relatar de manera breve su historia.
El Apollon durante sus primeros años de vida, con su nombre original de Empress of Canada, atracando en la terminal de Nueva York.
(Fuente:liverpoolships.org) 

Nuestro Apollon nació en una década convulsa, al menos convulsa para los de su especie porque en 1961, fecha en la que vio la luz, se iniciaba el boom de la aviación comercial por obra y gracia del reactor, lo que acabó condenando primero al ostracismo y luego a la inexorable extinción a los trasatlánticos, los auténticos reyes hasta esa fecha del transporte intercontinental. Por aquel entonces nuestro protagonista portaba el bonito nombre de Empress of Canada y fue un encargo de la Canadian Pacific Steamships Ltd. Pese a que tanto su nombre como el de su naviera hacían referencia al país norteamericano la nave fue construída en Europa, en los históricos astilleros Vickers-Armstrong de la ciudad de Newcastle-upon-Tyne (Reino Unido). Se trataba de un buque de 27.284 toneladas de registro bruto que tenía unas medidas principales de 198´1 metros de eslora por 26´4 de manga. Su aspecto era un tanto indefinido provocado en gran medida por la época en la que fue construído, estando  a caballo entre los diseños posteriores a la II Guerra Mundial y las revolucionarias líneas que llegarían a partir de mediados de los 60. 

 Momento de la botadura del Empress of Canada en los astilleros Vickers-Armstrong el 10 de mayo de 1960.
(Foto: Tyne & Wear Museums)

El cometido del Empress of Canada era cubrir la línea entre Liverpool y Montreal pero el cada vez mayor dominio del transporte aéreo sobre el marítimo hicieron que año tras año el buque redujese el número de sus rutas trasatlánticas, centrándose cada vez más en los viajes por el Caribe. Finalmente y tras 11 años  de pérdidas continuas la Canadian Pacific no aguantó más la situación económica y se fue a la quiebra quedando nuestro buque  amarrado en Liverpool a la espera de que se resolviese su incierto futuro.

Durante los últimos años al servicio de la Canadian Pacific, el Empress of Canada cambió su aspecto exterior asumiendo una nueva imagen corporativa donde dominaban los tonos verdes.
(Foto: autor desconocido)

A las pocas semanas de «quedarse sin empleo» el Empress of Canada fue adquirido por Ted Arison, un hombre de negocios israelí que acababa de fundar una naviera en E.E.U.U. bajo el nombre Carnival Cruise Lines. Con la idea de iniciar operaciones rapidamente el buque apenas sufrió cambios más allá de un nuevo nombre, Mardi Gras, y unos nuevos colores en la chimenea que incluso aprovecharon el patrón de los antiguos de la Canadian Pacific. 46 años después Carnival es en la actualidad el mayor gigante crucerístico a nivel mundial en el que se engloban además de su marca propia otras 10 navieras, muchas de ellas leyendas del sector como la Cunard, Costa o la P&O. Con un total de casi 100 barcos el grupo controla practicamente la mitad del mercado mundial de los cruceros y su imperio no para de crecer año tras año… y todo comenzó con la compra de este modesto barco de segunda mano cuyo espíritu sigue presente en los modernos navíos de la compañía; de hecho los nombres de las cubiertas de los actuales buques de Carnival mantienen la designación que tenían en el Mardi Gras (Lido, Promenade, Sun…).
El Mardi Gras, (a la izquierda atracado al muelle) y su compañero de flota, el Carnivale, en una instantánea que ilustra los primeros años de la hoy en día poderosa Carnival. Al igual que sucedía con el Mardi Gras, el Carnivale fue adquirido de la Canadian Pacific, donde portaba el nombre de Empress of Britain.
(Foto: autor desconocido)
Tras más de dos décadas al servicio de la compañía norteamericana la llegada de la nueva generación de navíos de Carnival a mediados de los 90 supuso la salida de la flota de las unidades más viejas, entre ellas nuestro Mardi Gras. En 1993 el buque fue vendido a un holding empresarial que transformó el barco en un casino flotante al que bautizaron con el nombre (bastante hortera) de Star of Texas y posteriormente con el igualmente desafortunado Lucky Star. El proyecto fue un desastre desde sus inicios y muy pronto mostró su inviabilidad económica. Para evitar su embargo el buque fue llevado a Grecia donde permaneció abandonado durante varios años sufriendo un progresivo deterioro.
El Empress of Canada (y ex-Mardi Gras) durante su desafortunada etapa como Star of Texas, cuando funcionó como un casino flotante
 (Foto: Bert Pellegom)

En 1997 la fusión de las líneas helenas Epirotiki y Sun Line crearon la marca Royal Olympic Cruises, especializada en ofrecer cruceros por el Mediterráneo. Con una flota heterogénea de buques de segunda mano algo entrados en años, la naviera se hizo con los servicios de nuestro protagonista sometiéndolo a una reforma total valorada en 20 millones de dólares y rebautizándolo con el nombre de Apollon. Al año siguiente de su entrada en servicio para la Royal Olympic Cruises el Apollon fue fletado bajo chárter por la Direct Cruises, un touroperador británico que ofrecía viajes desde el Reino Unido. Fue durante este período cuando el veterano navío, que por entonces contaba con 26 años de vida, se hizo todo un habitual del puerto coruñés. La de Direct Cruises fue la última aventura comercial relativamente exitosa del Apollon antes de su triste final.
El ya denominado Apollon con la librea de Royal Olympic Cruises. Con esta imagen el buque visitó varias veces la ciudad de A Coruña durante 1998.
(Fuente: liverpoolships.org)

Desgraciadamente la operativa con Direct Cruises tuvo una vida breve; en 1999 el operador turístico Airtours compró Direct Holidays, matriz de Direct Cruises, y anuló el contrato de alquiler de cinco años del Apollon, dejando al barco sin operativa para el año 2000 y quedando amarrado en el puerto de El Pireo. Al año siguiente el Apollon volvió a la actividad para realizar cruceros de 3-4 días con la Royal Olympic Cruises para suplir el retraso en la entrega de su nuevo buque, el Olympic Explorer. Para llevar a cabo su nueva misión el barco fue reformado en su interior mientras que su casco pasó a lucir la nueva librea de la compañía que le daba un formidable aspecto. Si su inesperada vuelta al negocio  le habría dado al Apollon  una nueva oportunidad de volver a triunfar en el mercado crucerístico nunca lo sabremos: los ataques terroristas del 11-S se encargaron de sellar su funesto destino.

En 2001 el Apollon tuvo un breve regreso a la actividad comercial para lo cual la nave fue renovada tanto interior como exteriormente, donde pasó a lucir una imagen mucho más actual y que le quedaba ciertamente bien.
(Foto: Peter J. Fitzpatrick)

La barbarie perpetrada por unos fanáticos en el corazón de Nueva York provocó además del desplome de las Torres Gemelas el de todo el tejido turístico, que se cebó de manera notoria en el sector de los cruceros aniquilando a las navieras cuya situación económica era más precaria. En esa lista se encontraba Royal Olympic Cruises, que con el objetivo de conseguir liquidez para lograr su supervivencia se vio obligada a mandar al desguace a tres de sus mejores buques, entre ellos nuestro Apollon, en una operación que en conjunto alcanzó los 5´1 millones de dólares. En 2003 el Apollon zarpó en su última singladura hacia el continente asiático para varar el 9 de diciembre en las playas de Alang, un infernal rincón de la costa india donde cada año son desmantelados cientos de barcos en unas condiciones laborales y medioambientales nefastas. Allí desapareció tras 42 de navegación de vida un excelente navío que constituyó la primera piedra de lo que a día de hoy es el mayor imperio crucerístico a nivel mundial: Carnival. 

Arriba: El Apollon varado en la playa de Alang a la espera de iniciarse el proceso de desguace.
Abajo: Semanas después de su varada el buque comenzó a ser desmantelado, iniciándose los trabajos por la zona de proa.


(Fuente: liverpoolships.org)