Somos humanos. Una condición que nos hace únicos, maravillosos, a veces indeseables como raza, pero que sobre todas las cosas nos hace vulnerables. No debemos olvidarlo porque por mucho que en ocasiones nos creamos seres indestructibles la naturaleza o simplemente la casualidad ya se encargan de ponernos en nuestro sitio y demostrarnos lo errados que estamos. Siempre es un mal momento para que la enfermedad o un daño físico de cualquier índole se cebe con uno pero es especialmente molesto (utilizando un eufemismo) que ocurra cuando estamos de vacaciones, algo que puede echar por tierra un viaje planeado con semanas o meses de antelación, ya sea nuestra estancia soñada en un lugar paradisiaco o el crucero de nuestra vida a bordo de un maravilloso navío…

(Foto: Carlos Rapela)

Pues precisamente este motivo, y por partida doble es el que me lleva a escribir la presente entrada, la coincidencia por espacio de unas horas de una emergencia de tipo sanitario en dos barcos y que obligó a los susodichos buques, el Oceana y el Aurora a poner inesperadamente rumbo a nuestra ciudad con el objetivo de evacuar a un pasajero. Una auténtica casualidad a la que hay que sumar el hecho de que ambos barcos son de la misma naviera. A veces el azar tiene estas cosas.

El Aurora sufrió el pasado sábado una emergencia a bordo.

La jornada transcurría sin incidentes hasta media tarde. El Oceana tras pasar gran parte del día atracado en los muelles herculinos navegaba rumbo a su siguiente destino, el puerto de Cádiz cuando se encendieron las alarmas: la enfermedad de un pasajero obligaba a evacuarlo de emergencia por lo que el capitán del navío decidió invertir el rumbo y regresar a A Coruña. Con las últimas luces del día el Oceana volvía a entrar en la ría herculina para desembarcar al pasajero indispuesto y a su acompañante, y como no había tiempo que perder el buque ni siquiera llegó a atracar en las instalaciones coruñesas; el enfermo fue transbordado a una embarcación auxiliar que lo llevó a tierra donde le esperaba una unidad medicalizada que lo llevaría al CHUAC. 10 minutos más tarde el Oceana retomaba viaje. Las aguas volvían a su cauce…

El Oceana fondeó en aguas interiores para evacuar al pasajero enfermo.
(Foto: Carlos Rapela)

…Por poco tiempo. Tan sólo unos minutos después el compañero de naviera del Oceana, el Aurora que se encontraba saliendo del dispositivo de separación de tráfico de Fisterra rumbo hacia Southampton avisaba de que efectuaría una parada no prevista en A Coruña para evacuar a una pasajera que había sufrido una caída y precisaba ser llevada a un hospital. El buque llegó al puerto pasada la medianoche y tras una breve parada en las mismas condiciones que el Oceana y repetir el procedimiento que apenas unas horas antes había realizado su compañero de naviera evacuó a la pasajero en cuestión y retomó viaje ya de madrugada rumbo hacia las islas británicas, punto final habitual a sus rutas por el Atlántico.

El Aurora también tuvo que poner rumbo a nuestra ciudad por una emergencia médica.

Cosas que pasan. Con el ferviente deseo de la pronta recuperación de ambas personas finalizo esta breve entrada en la que además de informar sobre los sucedido con estos dos navíos el pasado sábado se confirman dos cosas: que el ser humano es muy frágil y que el mundo está lleno de casualidades. Mi agradecimiento a mi amigo Carlos Rapela por las fotos del Oceana prestadas para la elaboración de esta entrada. Las del Aurora son de cosecha propia pero de una escala realizada en la ciudad hace algún tiempo.

 (Foto: Carlos Rapela)