Tras repasar en las dos anteriores entregas a los veleros de la clase A que se dieron cita en nuestra ciudad con motivo de la última edición de la Tall Ships´ Races, hoy toca hablar de los buques pertenecientes al resto de categorías. En ellas figuran auténticas joyas navales que pese a no destacar por su gran tamaño lo hacen por su tremenda belleza. Éste es un pequeño repaso por los más destacados que atracaron en A Coruña.

Entre los buques de las categorías B, C y D hubo gran variedad de estilos y, sobre todo, muchísima belleza.

Sin lugar a dudas uno de los que más expectación levantó entre los clase B, aquellos veleros de eslora inferior a 40 metros, fue la carabela portuguesa Vera Cruz. Da fe de ello el dato de que a lo largo de los tres días que estuvo abierto el recinto de la regata el navío luso tuvo más de 4.000 visitas. Pese a su aspecto «retro» la Vera Cruz fue construída en el año 2001 por la Asociación de Vela Portuguesa (Aporvela) como una réplica exacta de las carabelas que durante el siglo XV surcaron el Océano Atlántico. Con ella se realizan diversos proyectos con el objetivo de dar a conocer la vasta historia marítima del país vecino. La Vera Cruz es un navío de 24 metros de eslora construído en madera y que cuenta con 760 metros de área vélica. Su puerto base es Vila do Conde, el mismo lugar donde fue construída.


Arriba: La carabela Vera Cruz atrae todas las miradas allá donde hace escala.
Abajo: Su puerto base está en la localidad lusa de Vila do Conde.

 Por más de un motivo el Atyla fue otro de los grandes protagonistas de la Tall Ships´ Races en A Coruña. Atracado junto al edificio del Real Club Náutico su llamativa estampa, con su casco de color rojo y su apariencia de buque pirata no pasaba desapercibida para aquellos que se acercaban a ver la regata. El Atyla es un buque de dos palos con casco de madera y aparejo de goleta de 31´2 metros de eslora total por 8 de manga que cuenta con una superficie vélica de 400 metros cuadrados. Pese a estar registrado en la isla de Vanuatu, el Atyla es un buque cien por cien español con una historia fascinante detrás. El velero fue construído a mano entre 1980 y 1984 en los astilleros Eguiguren & Atxurra de la localidad vizcaína de Lekeitio como un sueño personal de Esteban Vicente Jiménez, un canoísta profesional que pretendía construír un barco a imagen y semejanza de los navíos españoles de principios de siglo XIX con el que circunnavegar el globo siguiendo la ruta comenzada por Magallanes y finalizada por Elcano. Lamentablemente los planes de este visionario se vieron truncados por falta de soporte económico si bien el buque pudo finalizarse con éxito.

La estampa del Atyla nos evoca inevitablemente a las películas de piratas.

La falta de fondos obligó a cambiar los planes y el buque, tras muchos avatares llegó a Lanzarote donde comenzó a realizar rutas turísticas desde el puerto de Playa Blanca. Tras pasar casi dos décadas en el archipiélago canario en el año 2005 el gobierno de la Comunidad de Cantabria contrató los servicios del velero para  dedicarlo a la promoción turística rebautizándolo como Cantabria Infinita. Finalizado el contrato 6 años más tarde el sobrino de Esteban Vicente Gómez decidió hacerse cargo del ya renombrado Atyla y tras una pequeña reforma fue llevado al Mediterráneo donde a partir de 2013 comenzó a participar en regatas de veleros clásicos ofreciendo la posibilidad de utilizarlo como buque escuela internacional para la formación de navegantes. En su estancia en A Coruña la tripulación del Atyla ofreció la oportunidad a todos aquellos que lo quisieran de disfrutar del desfile final de la regata desde el propio barco, un paseo de unas tres horas a bordo de esta joya naval por el «módico» precio de 52 euros.

Los coruñeses tuvimos la oportunidad de conocer al Atyla con todo lujo de detalle y más allá del habitual acceso a bordo que permitían muchos de los barcos atracados. Eso sí, había que rascarse el bolsillo.

Como ya vimos en las dos entradas anteriores, entre los integrantes de los buques de clase A que visitaron la ciudad se encontraban algunos de los más míticos navíos que continúan a día de hoy en activo surcando los mares pero ésto no se circunscribía sólo a los grandes veleros y dentro de los clase B también pudimos ver auténticos tesoros flotantes. Un buen ejemplo lo encontramos en el Jolie Brise, un cúter de cangreja de algo más de 22 metros de eslora total y de estampa muy marinera. Que no les engañe su pequeño tamaño: El Jolie Brise es una auténtica leyenda de los océanos. Construído en 1913 en la ciudad gala de Le Havre, en un principio sirvió como embarcación de practicaje aunque tras un breve período realizando esta tarea pasó a dedicarse a la pesca. En 1923 sin embargo y tras un cambio de dueño el buque sufrió una reforma y ya como embarcación deportiva participó en 1925 en la primera edición de la Fastnet Race, una de las competiciones a vela más famosas del mundo en la actualidad y que se celebra de manera bianual. El Jolie Brise puede presumir de haber ganado esta regata en 3 ocasiones (además de vencer en el año de su debut repitió en 1929 y 1930) una hazaña que ningún otro navío ha repetido a lo largo de los casi 100 años de historia de esta afamada carrera.

El precioso Jolie Brise, sin lugar a dudas uno de mis veleros favoritos.

Tras la II Guerra Mundial, el Jolie Brise fue comprado por un consorcio portugués permaneciendo en su puerto base de Lisboa durante tres décadas hasta que en 1975 la complicada situación política en el país vecino hizo que el barco regresase a aguas de Southampton  justo cuando se cumplía el 50 aniversario de su primera victoria en la Fastnet Race. En 1977 el Jolie Brise pasó a manos de sus actuales dueños, la Dauntsey´s School de la localidad de West Lavington, uno de los centros educativos más prestigiosos de Inglaterra, fundado en 1542. los alumnos de Dauntsey son los encargados de tripular el Jolie Brise a lo largo de todo el año participando en numerosas regatas como la Tall Ship´s Races, competición que este pequeño navío ha ganado en multitud de ocasiones.

El Jolie Brise pertenece en la actualidad a la Dauntsey´s School.
En un amarre muy discreto y que no le hacía justicia a su gran belleza se encontraba el belga Rupel, una goleta de cangreja cuyas dimensiones principales son 22´5 metros de eslora total, una manga de 4´8 metros y una altura máxima en su
mayor de 22 metros. El Rupel fue construído en el año 1996 a orillas del río que le da nombre como parte de un proyecto que buscaba la integración de los colectivos más desfavorecidos. En su construcción colaboraron numerosos jóvenes desempleados que también forman parte de su tripulación durante todo el año. El Rupel participa durante el verano en numerosas regatas por el norte de Europa con el objetivo de difundir el conocimiento marítimo. Otra de las metas de la entidad propietaria del buque es la de fortalecer la presencia flamenca en eventos navales nacionales y extranjeros.
Arriba: El Rupel tiene su puerto base en la localidad belga de Boom.
Abajo: El precioso velero belga pasando por delante del Sar Gavia durante el desfile naval.

Por último me queda hablar del británico Maybe. Resulta del todo lógico haberlo dejado para el final puesto que este elegante navío fue el último de los 28 buques de la Tall Ships´ Races presentes en A Coruña en tocar puerto, concretamente lo hizo la noche del viernes al sábado. Si difícil resultaba ver al Rupel medio escondido entre una maraña de mástiles, el Maybe pasó más desapercibido si cabe a pesar de que es otro de esos pedacitos de historia flotante. Construído en el año 1929 en la ciudad de Amsterdam se trata de un queche de cangreja de 26 metros de eslora total y casco de madera que presume de ser uno de los pocos navíos en activo que tomó parte en la primera edición de la Tall Ships´  Races allá por el año 1956, marca que comparte con otro velero presente en la ciudad herculina, el noruego Christian Radich. Tras pertenecer a varios dueños en 1989 el Maybe pasó a manos de sus actuales propietarios que tras someterlo a una profunda restauración que duró varios años lo devolvió a la actividad en 2007. En el año 2009 y después de más de cinco decadas sin hacerlo, el Maybe volvió a participar en la Tall Ships´ Races y desde entonces no falta a esta cita anual.

Pese a que la calidad de la imagen no es muy buena por culpa de la espesa niebla presente durante gran parte del desfile naval, ésta es la única instantánea «de cuerpo entero» que pude obtener del Maybe durante su breve estancia en A Coruña.

Como mencioné antes, los buques descritos hasta ahora pertenecen a la llamada clase B, categoría que engloba a aquellos veleros clásicos que independientemente del aparejo tienen menos de 40 metros de eslora total (sino serían clase A). La Sail Training International, organizadora de la Tall Ships´ Races, diferencia dos categorías más, la C y la D, que engloban a los veleros modernos. La diferencia entre ambas categorías se establece en si la embarcación en cuestión lleva (clase D) o no lleva (clase C) velas del tipo spinnaker. Aunque su línea no resulte tan llamativa como la de los espectaculares ejemplares de las clases A y B, me parece de justicia al menos nombrar a los que se dieron cita la semana pasada en A Coruña dentro de la Regata de Grandes Veleros.


Estilos de lo más variado dentro de los más pequeños de la regata: Arriba el llamativo velero polaco Politechnika. Abajo vista de proa del belga Tomidi.

Por aguas herculinas pasaron el estonio ST IV, el Xanadu ruso, el belga Tomidi o los polacos Bies, Camelot y Polonez. Muchos son debutantes pero otros son auténticos clásicos de esta regata, como los británicos Black Diamond of Durham y Rona II o el letón Spaniel. De Francia era el pequeño Hosanna, ganador en su categoría (clase C) de la etapa Cádiz-A Coruña de la Tall Ship´s Races 2016. Algunos a pesar  de sus discretas dimensiones no pasaban precisamente desapercibidos; el galés Challenge Wales no ocultaba su identidad con su nombre serigrafiado en grandes letras a lo largo de todo su casco y otros como el original Politechnika atraían muchas miradas con su curiosa estética. Mención aparte merece por supuesto el más coruñés de todos los buques de la regata, la goleta Juan de Lángara, cuyo puerto base es A Coruña. Pese a su pequeño tamaño (se trata de un velero con apenas 18 metros de eslora) el navío herculino fue uno de los más destacados durante el desfile naval en parte por el efusivo saludo realizado a su encuentro con el patrullero Atalaya donde se encontraban las autoridades, y por la enorme bandera española que desplegó durante el desfile naval que lo hacían inconfundible en mitad de una ría plagada de veleros (no tanto de velas). Un día contaré la bonita historia de la Juan de Lángara en este blog…


Arriba: Pequeños al poder: el polaco Bies (en primer término) y el francés Hosanna (al fondo).
Abajo: La goleta Juan de Lángara presumió de «españolidad» durante el desfile naval del domingo.

…pero eso será otro día. Hoy doy por concluído este resumen de cuatro entradas sobre la presencia de la Tall Ship´s Races 2016 en A Coruña, todo un acontecimiento que los amantes del mundo marítimo hemos disfrutado al máximo y que esperamos se repita en un futuro no muy lejano.

El coruñés Juan de Lángara en primer término atracado junto a la carabela portuguesa Vera Cruz.

Las fotos de esta entrada han sido realizadas por Diego Veiga. Por favor, respetad la autoría de todas ellas.