Tras repasar en el post anterior lo que dio de sí la histórica jornada del pasado jueves con el debut en aguas coruñesas del Anthem of the Seas, el buque de pasaje más grande de todos los tiempos en hacer escala en nuestra ciudad, es hora de hablar con un poco más de detenimiento de lo que significa este navío  en el contexto de la industria actual y de todo lo que ofrece, pero para saber por qué el Anthem es como es resulta imprescindible conocer un poco mejor a su naviera, la Royal Caribbean, y sus particulares características.

Reconozco que siempre
le he tenido un gran aprecio a la naviera Royal Caribbean, quizás influido por la estrecha relación que la vincula desde hace más de una década a nuestra ciudad. Su
nombre es uno de los imprescindibles para entender el rumbo tomado por
el sector en este último cuarto de siglo ya que sin tener la flota de
cruceros más grande (en eso le gana su competidora directa, Carnival)
esta naviera americana puede presumir de poseer sin lugar a dudas la más innovadora o al menos la que siempre sorprende con sus nuevas creaciones. Esa ha sido siempre su carta de presentación; su apuesta por las innovaciones y por querer darle una vuelta de tuerca al concepto de crucero tradicional hasta el punto de que muchas de las características que hoy vemos normales en los buques de cruceros fueron auténticas primicias que en su día incorporó algún navío de Royal Caribbean.

(Foto: Manuel Candal)

Royal Caribbean lleva al extremo este carácter innovador que busca la sorpresa y la admiración en sus clientes hasta el punto de inventarse un término o expresión para definir este efecto; ellos lo llaman «wow factor», (que equivaldría a «Factor ¡guau!») y sus barcos se diseñan con el objetivo principal de sorprender y conseguir esa expresión de admiración en todo aquel que sube a bordo de uno de sus navíos. Si este «wow factor» fuese una medida real, el ránking estaría copado por los buques de Royal Caribbean. Un rápido repaso por la historia reciente de esta compañía nos servirá para darnos cuenta de su filosofía vanguardista.

El Song of Norway, primer buque al servicio de Royal Caribbean.
(Fuente: shipparade.com)

Sus creaciones siempre has sentado cátedra con sus extravagantes ocurrencias desde que se fundara allá en 1968 cuando la industria crucerística aún estaba en pañales. Un buen ejemplo de ésto es que se convirtió en la primera compañía en poseer una propiedad para utilizarla como destino privado y de uso exclusivo; Labadee, en Haití. A
principios de los 90 la compañía norteamericana botaba los buques de la
clase Sovereign, los mayores navíos de su clase por aquel entonces y en
gran medida los iniciadores del boom de los megacruceros que hoy en
día ha alcanzado proporciones preocupantes. Tras éstos llegaron a
mediados de esa misma década los buques de la clase Vision, algo mayores y con
nuevas prestaciones. Algunos de ellos visitaron A Coruña durante su singladura
inaugural, como el Splendour (1996) el Enchantment (1997) o el Vision of
the Seas
(1998) con los que el nombre de esta naviera comenzó a ser conocido para muchos coruñeses.

La clase Vision aglutina a un total de 6 unidades de características similares
pero no idénticas. En la imagen el Vision of the Seas, que debutó en A Coruña el 5 de mayo de 1998 haciendo escala durante su travesía inaugural.

A
punto de entrar en el nuevo siglo Royal Caribbean puso patas arriba el
sector cuando vieron la luz los buques de la clase Voyager que
revolucionaron el mundillo crucerístico no sólo con su tamaño (eran un  25 % más grandes que las mayores naves de la competencia) sino que le
dieron la vuelta completamente al concepto de crucero proponiendo al
barco como el destino en sí mismo siendo las escalas una mera excusa. De un tamaño hasta ese momento inimaginable los buques de la clase Voyager, además de por sus espectaculares dimensiones impresionaban por sus revolucionarias instalaciones, destacando sobre todas ellas la primera pista de hielo a bordo de un barco de pasajeros y el Royal Promenade, una auténtica calle comercial de 110 metros de longitud dispuesta a lo largo de la nave con tiendas, bares, pubs, etc… La serie se compuso de 5 unidades, de los cuales el segundo de ellos, el Explorer of the Seas nos visitará en los próximos días en escala inaugural.

Arriba: La revolución llegó con los buques de la Voyager Class. En la imagen el Navigator of the Seas durante su escala inaugural en la ciudad en noviembre de 2007.
Abajo: La principal característica de esta serie era el Royal Promenade, una enorme calle comercial interior que ocupa gran parte de la eslora de los buques.
(Foto abajo: autor desconocido)

Para la siguiente clase, la Radiance Class y que vio la luz en 2001, Royal Caribbean planteó un cambio de guión. Alcanzado el zénit en la construcción de cruceros por aquel entonces con la clase Voyager, la nueva serie, compuesta por el Radiance (2001) el Brilliance (2002) el Serenade (2003) y el Jewel of the Seas (2004), siguió un rumbo completamente opuesto; buques más pequeños e intimistas con marcado protagonismo por el respeto al medioambiente. En este aspecto quizás las mayor de las innovaciones venía de la parte técnica, concretamente en su propulsión que sustituía la habitual diesel-eléctrica por las turbinas de gas con una reducción de emisones a la atmósfera de más del 90%. Por último comentar que a título personal y en el apartado estético exterior (que poco o nada importa a las navieras) los buques de la clase Radiance son a mi juicio los más bonitos de la Royal Caribbean.

Personalmente considero a los buques de la clase Radiance como los más atractivos de toda la flota. En la imagen el Brilliance of the Seas atracando en A Coruña.

Para la serie siguiente, la Freedom Class surgida en el año 2006, Royal Caribbean volvió a lo que mejor sabe hacer; asombrar. Quizás «picada» por haber perdido el cetro de poseer el buque más grande del mundo a manos de su directo rival (en ese momento era el Queen Mary 2) la naviera decidió volver a recuperarlo tomando como base los espectaculares clase Voyager aumentándolos de tamaño. Así nacieron los tres buques de la nueva Freedom Class (Freedom, Liberty e Indeendence of the Seas) y que en esencia son tres clase Voyager «anabolizados». Eso sí el aumento de dimensiones trajo consigo nuevos «gadgets» a bordo entre los que destaca el flowrider, el primer simulador de surf en alta mar y que se ha convertido en una de las instalaciones con más éxito de la flota hasta el punto de que está siendo incorporada en la mayoría de los buques de la compañía.


Arriba: Voyager of the Seas + esteroides = Clase Freedom. En la foto el buque más coruñés de toda la flota Royal Caribbean, el Independence of the Seas.
Abajo: La principal novedad de la clase Freedom fue el simulador de surf, el Flowrider.

(Foto abajo: Royal Caribbean)

En 2009 apareció la clase Oasis, un proyecto en el que Royal Caribbean dejó volar la imaginación sin ponerse límites. Esta serie de buques que tiene ya dos unidades en servicio y otras dos en construcción, supone el clímax del concepto iniciado en 1999 con la clase Voyager de proponer el buque como destino en sí mismo. A diferencia de los barcos de esta clase, los Oasis Class supusieron un salto cuantitativo más brutal que el de diez años atrás ya que su tamaño excedía más de un 40% respecto a sus predecesores en tamaño (que eran los Freedom Class). A día de hoy no existe nada parecido a lo que ofrecen los Oasis Class conceptualmente: superestructura abierta por la mitad, dos calles exteriores, división del buque por vecindarios, etc… Podríamos juzgar si con esta tipo de barcos el espíritu del crucero, del viaje de placer en barco como tal, se ha perdido pero lo que es indiscutible es que la innovación demostrada por Royal Caribbean en la concepción de estos navíos es insuperable.

Arriba: Con la serie Oasis Royal Caribbean alcanzó cotas nunca vistas en la construcción de buques de pasaje. En la foto el Oasis of the Seas atracado en Vigo el pasado mes de septiembre.
Abajo: El central Park, una de las dos calles al aire libre de los buques Oasis Class. Sobran las palabras.

(Foto abajo: Royal Caribbean)

Y así llegamos a la serie de nuestro protagonista, la clase Quantum. Cuando se empezó a planificar se conocía como Proyecto Sunshine (rara vez es el nombre definitivo de la serie)  y muy pocos datos se filtraron respecto a él, tan sólo que estaría compuesto por dos unidades y que se volvería a un esquema más convencional diametralmente alejado del exceso de la Oasis Class. El secretismo ha sido una de los factores que más ha caracterizado a la nueva Quantum Class, posiblemente el proyecto más enigmático de toda la industria crucerística en los últimos años hasta el punto de que muchos detalles sólo se conocieron poco antes de que el primero de los navíos de la serie, el Quantum of the Seas, viese la luz en 2014. Al igual que ocurrió en su día con la clase Radiance, la clase Quantum no podía superar a la serie precedente en términos de envergadura por lo que Royal Caribbean optó por suplir este déficit de tamaño (entiéndase lo de déficit si lo comparamos con la clase Oasis) dándole un mayor protagonismo al nivel tecnológico en forma de un tremendo arsenal de nuevos «gadgets» y que convierten al Quantum y a nuestro Anthem of the Seas en los buques de crucero más tecnológicos de toda la industria crucerística. Una vez más el «wow factor» está asegurado.

El Anthem of the Seas presume de ser, junto a su gemelo Quantum, el buque de crucero más «hi-tech» del mundo.

De momento lo dejamos aquí. En la siguiente entrada realizaremos un pequeño recorrido por el interior de este fascinante navío para descubrir las sorprendentes instalaciones que esconde a bordo.