Una a una el goteo incesante de buques de pasaje continúa en la bahía herculina. Cerrando la primera semana de abril, siete días de intensa actividad que han traido al puerto de A Coruña cuatro barcos de crucero, el pasado domingo 7 de abril el turno fue para el buque AidaCara, de la naviera Aida Cruises. Hay que reconocer que el pequeño de la saga Aida ha sido bastante travieso en esta ocasión y a modo de esquiva estrella de cine ha tratado de evitar las cámaras de los peculiares «paparazzis» que lo acechan a su llegada a los puertos que visita, los shipspotters; esa rara especie cuya debilidad por fotografíar navíos no entiende de horarios ni de condiciones meteorológicas adversas. Para tratar de despistar a estos particulares francotiradores con su cámara en ristre, el AidaCara tiró de todo un clásico en el repertorio que no suele fallar: el cambio de horarios.

El AidaCara estuvo esta vez particularmente esquivo para los shipspotters. 
Mi amigo Manuel Candal fue de los pocos que consiguió «atinarle» durante su salida.

Su llegada procedente del puerto de Lisboa y prevista para las siete de la mañana se adelantó un poco y a las siete menos cuarto el buque ya maniobraba en el interior de la dársena para quedar fijado a los norays del muelle de transatlánticos. Parece un lapso de tiempo muy breve para esquivar a un ejército tan bien pertrechado y documentado pero lo cierto es que a esas horas la brigada de «afotadores» dormía (algunos) o se dedicaba a otros menesteres (como ir a dormir o ir a trabajar, según el caso).
Una vez burlada la seguridad, el AidaCara permaneció toda la mañana atracado en la dársena coruñesa para dar un respiro de salitre a su pasaje, si bien no pudieron «olvidar» mucho el agua ya que su estancia en nuestra ciudad estuvo dominada por una climatología adversa que incluyó bastante lluvia y viento, elementos más propios de un típico día invernal. Ya por la tarde comenzaron los preparativos a bordo del buque para emprender la huida de «territorio enemigo» rumbo a Santander y el modus operandi para llevar a cabo la misión con éxito fue el mismo que el utilizado a su llegada, sólo que en esta ocasión el navío adelantó su salida en una hora, margen que sirvió también para evitar escuchas radiofónicas inoportunas que delataran sus movimientos (si, reconozco que los que nos movemos en este mundillo contamos con red de espías y hasta «pinchamos» teléfonos o más concretamente radios).

Y lo logró… al menos en parte. Desde su privilegiada atalaya mi amigo Manuel Candal consiguió dispararle una buena ráfaga, así que el buque germano se llevó dos metafóricas esquirlas (una en cada costado) que sirven al menos para dejar constancia de su visita pero lo cierto es que, a su manera, el «miniAida» nos ha ganado la partida. Pero vencer una batalla no implica vencer la guerra; el próximo 24 de octubre el AidaCara repite visita y a buen seguro que ese día conseguiremos atinarle desde algún punto de nuestras particulares trincheras en Mera, el dique de abrigo o las inmediaciones de la Torre de Hércules. ¡¡Ese día no te escapas!!

 AidaCara a la fuga. Al adelantar una hora su salida respecto al horario previsto 
el buque alemán consiguió evitar el acoso de «paparazzis shipspoteros» locales.
(Foto: Manuel Candal)

Evidentemente no tengo ningún poder sobrenatural y si la entrada está ilustrada con fotos del AidaCara es gracias (además de la inestimable colaboración de mis colegas) a que cuento con un archivo fotográfico más o menos generoso que viene muy bien para estas ocasiones.

No ha habido manera de verle la «cara» al Cara…