El pasado 6 de septiembre tuvo lugar una visita muy especial en el puerto de A Coruña. Se trataba del buque Star Flyer, que realizaba su visita inaugural a la ciudad herculina, a donde llegó poco antes de las 08:00 horas procedente del puerto de Brest (Francia). Quizás viéndolo maniobrar a primera hora de la mañana o a la vista de estas fotos su aspecto pueda inducirnos a error ya que aunque su estampa sea la de un buque escuela salido de la Regata de Grandes Veleros que nos visitó hace unas semanas, estamos ante un genuino buque de crucero.

Genuino
porque su negocio es el de realizar viajes de placer por mar, pero ahí
acaban las similitudes con una nave de crucero convencional. Para ser
más exactos al Star Flyer habría que definirlo como un velero con las
comodidades propias de un buque de crucero moderno. No imita el concepto de un barco de
vela; es un velero con todas las características propias de estas
naves. Un ejemplo: a bordo, casi todas sus escaleras son las típicas de esta clase
de embarcaciones con los escalones completamente verticales.

(Foto: Manuel Candal)

El buque, propiedad de la naviera sueca Star Clippers, fue construido en 1991 en los astilleros belgas Scheepswerven van langerbrugge. El Star Flyer tiene un registro bruto de 2.298 toneladas, una eslora de
115 metros, una manga de 15 metros y 5,6 metros de calado y el coste de su construcción ascendió a unos 25 millones de dólares. El buque cuenta con un total de 4 cubiertas de pasaje con una capacidad máxima de 180 pasajeros y una dotación de 72 personas.

El viento es el elemento propulsor principal del Star Flyer; de hecho usa este tipo de propulsión el 80% del tiempo, pero este prodigio de la ingenieria naval lleva también un motor diesel de 1.030 KW que le ayuda a navegar cuando el dios Eolo no está por la labor de soplar. Este motor también se encarga de alimentar la planta eléctrica del barco, del izado y arriado de las velas (procedimiento completamente automatizado) y para desalinizar las cerca de 40 toneladas de agua de mar necesarias diariamente a bordo de la nave.

En sus 4 palos el Star Flyer despliega una superficie vélica de 3.365 metros
 cuadrados. Dichos palos alcanzan una altura de 63 metros y como curiosidad 
la chimenea (señalada con las flechas)  va situada en el mesana.

Al tratarse de un buque de vela la informalidad es total: a bordo del Star Flyer no tienen ningún sentido las chaquetas,  las corbatas ni los vestidos de cóctel; tan sólo ropa cómoda que permita el disfrute de la más pura esencia marinera con las comodidades de un viaje de placer.

(Foto: Manuel Candal)

En un buque tan especial como éste no hay las típicas opciones de entretenimiento presentes en los enormes barcos de cruceros actuales. Olvídense de las discotecas, el spa o el teatro con espectáculo de Broadway incluido; aquí no hay nada de eso porque el Star Flyer es el espectáculo en sí mismo: Cada mañana los pasajeros se reunen en cubierta para presenciar la «charla del capitán» en la cual éste explica detalles del viaje como las maniobras que el buque realiza para dirigirse a un puerto, el funcionamiento de las velas o los principales eventos de la jornada. Incluso el pasaje puede intervenir en las operaciones de izado de la vela mayor. Otro de los momentos cumbre de cada travesía (normalmente se produce hacia el final del viaje) es el «coro de marineros» donde miembros de la tripulación interpretan varias canciones populares marineras y otras muchas piezas en un recital de lo más especial. ¿En que otro buque de crucero te puedes encontrar algo así?.

Bueno, en realidad sí que existe otra opción; se trata del gemelo del Star Flyer, el Star Clipper, que construido un año después que nuestro protagonista es idéntico en todos los aspectos. De hecho la naviera sueca cuenta con una flota compuesta por tres buques y además de estos dos gemelos cuenta con su estrella, el Royal Clipper, el mayor velero del mundo.

Tras una breve escala en aguas coruñesas a las 15:00 horas el Star Flyer soltó cabos e izó las velas para dirigirse hacia su siguiente destino, el puerto de Vigo, concluyendo de esta manera una visita muy especial que esperamos no sea la última. Para acabar quisiera agradecer a Manuel Candal las fotos prestadas para la ocasión y que, como siempre, son de una calidad excelente.