La visita de un barco histórico a nuestra ciudad por muy breve que sea, no debe pasar nunca desapercibida. Si se trata de una leyenda viva del transporte marítimo como es el caso del Athena al acontecimiento hay que darle toda la transcendencia que se merece y es que ahi donde lo ven, con sus discretas dimensiones y su imagen un tanto controvertida en cuanto a lo meramente estético este buque figura, mal que le pese, en todos los libros que narran la historia marítima.



La escala realizada por este veterano buque el pasado día 1 de septiembre fue vista y no vista; apenas dos horas amarrado desde su llegada a primerísima hora de la mañana procedente de Falmouth; lo justo y necesario para que pudiesen desembarcar los pasajeros para realizar las excursiones por los diferentes puntos de la geografía gallega y ser recogidos posteriormente en Vigo a última hora de esa misma tarde. Por lo general este tipo de escalas, aunque pueden resultar un tanto extrañas son realizadas por muchas navieras para ahorrarse costes de atraque.





Como digo fueron tan sólo dos horas lo que esta leyenda viviente pasó estuvo en nuestras aguas pero es tiempo más que suficiente para brindarme la oportunidad de que les cuente de una manera breve su apasionante vida. Reconozco que el del Athena es de esos relatos que siempre he tenido en mente narrar desde que comencé con este modesto blog y sin embargo unas veces la falta de tiempo y otras la falta de iniciativa por mi parte han hecho que lo fuese posponiendo sine die. Llegados a este punto es hora de saldar esta pequeña deuda que tengo conmigo mismo y con este legendario navío..



De sobra son conocidos multitud de relatos de naufragios famosos que pese a los tintes trágicos por la pérdida de vidas nos fascinan o cautivan por. muchos motivos, casi siempre porque una facultad del ser humano es la de rodear de un aura épica o gloriosa acontecimientos que en la mayoría de los casos simplemente dejan a la vista las miserias del ser humano (solemos hacerlo con las guerras o, como en el caso que nos ocupa en catástrofes o accidentes). Son muchos los nombres de las barcos que han pasado a la historia por circunstancias desgraciadas; centrándonos exclusivamente en naves de pasaje el 99,9 % de las personas a las que se les pregunte por algún naufragio famoso instintivamente dirán el nombre del Titanic como el más conocido y relatado, algo incuestionable, pero si ahondamos más en el tema y ampliamos esa teórica lista a cinco nombres empezarán a surgir varios candidatos: Lusitania, Wilhelm Gustloff, Britannic… pero inevitablemente surgirá el del Andrea Doria, el transatlántico italiano que se hundió en 1956 tras chocar con otro buque.

El naufragio del Andrea Doria, es uno de los más famosos de la historia.

(Foto: autor desconocido)

Si el naufragio del Andrea Doria es tan conocido se debe a que fue la mayor catástrofe marítima en tiempos de paz desde la del malogrado Titanic y por que al producirse a mediados de la década de los 50 fue el primer naufragio «televisado» de la historia, donde las imágenes del gigante italiano herido de muerte tumbado sobre su costado de estribor dieron la vuelta al mundo. También dieron la vuelta al mundo las imágenes del «culpable» (que en realidad no lo fue, o que lo fue sólo en parte): un coqueto y pequeño buque con la proa completamente desgarrada de su sitio por el brutal impacto y en cuya amura se podía leer a duras penas el nombre de Stockholm.

El Stockholm (o parte de él), el verdadero protagonista del post de hoy.
(Fuente: ssmaritime.com)

Si les digo que Stockholm y Athena son el mismo buque verán ahora completamente justificado el rincón que se merece en el olimpo de buques famosos este navío de discretas dimensiones.

Pese a que no encuentren gran parecido entre esta imagen y la anterior 
Athena y Stockholm son el mismo buque.

Pero será mejor empezar esta historia por el principio y remontarnos hasta finales de la década de los 40. Durante esos años el mundo se recuperaba de la barbarie sufrida en la II Guerra Mundial y mucho sectores industriales comenzaban practicamente de cero tras la contienda. El marítimo fue uno de los más castigados al perderse en el conflicto un número considerable de unidades, no sólo militares si no también civiles que en muchos casos fueron utilizadas como transporte de tropas. En cuestión de meses la repatriación de un gran número de desplazados por el conflicto armado obligó a las navieras de todo el mundo a resurgir de sus cenizas rapidamente para atender tal requerimiento. Sin barcos con los que poder hacer frente a tal demanda era necesario construir nuevas unidades navales y multitud de compañías se embarcaron en ambiciosos proyectos. Una de esas navieras, la Svenska-Amerika Linien necesitaba un nuevo buque para el servicio entre Gotemburgo y Nueva York y decidió construir un navío al que bautizarían con el nombre de Stockholm.

Detalle del puente de mando del Athena.

A decir verdad el nombre de Stockholm parecía atraer la mala suerte: el segundo buque en llevar este nombre acabó siendo pasto de las llamas en 1938 cuando casi estaba finalizada su construcción quedando totalmente destruido y destinado a la chatarra. Su sucesor, cuya construcción se inició semanas después del lamentable accidente recibió el mismo nombre y tras numerosos retrasos se botó, ya con la gran guerra iniciada (mala época para estrenar barco). El buque pasó a manos italianas siendo rebautizado como MS Sabaudia resultando hundido en 1944 tras un ataque de la fuerza aérea británica en Trieste.
 

El anterior Stockholm, rebautizado con el nombre de Sabaudia yace herido 
de muerte en el golfo de Trieste. Caidos en la misma batalla figuran al fondo 
el Duilio y el Giulio Cesare.
(Fuente: revista Life)

Fuera gafe o no la utilización de tal nomenclatura, lo cierto es que el cuarto buque de la naviera en portar el nombre de Stockholm (nuestro Athena) vio la luz en febrero de 1948, pero su diseño hacía tabla rasa con todo aquello antes relacionado con la línea sueca; tanto en las formas como en el tamaño su esbelta silueta recordaba más a un yate privado que a un clásico «liner» dedicado a patearse el Atlántico Norte y su diseño interior no era menos revolucionario ya que por primera vez en un buque de estas características todos los camarotes, incluyendo los de la dotación, eran exteriores y contaban con hermosas vistas al mar a través de un ojo de buey. Lo cierto es que este Stockholm era ciertamente único en su especie, sobre todo por su tamaño; de hecho era el «liner» más pequeño del Atlántico y su capacidad máxima de pasajeros sólo alcanzaba los 395 alojados en dos clases distintas  mientras que su tripulación estaba compuesta por 220 personas.

Pese a que los trabajos estaban lejos de concluir, la silueta del Stockholm 
ya revelaba un buque revolucionario en cuanto su aspecto.
(Fuente: ssmaritime.com)

Tras varios retrasos en los plazos de entrega el Stockholm inició su andadura comercial el 21 de febrero de 1948. Durante la ruta inaugural el buque exhibió todas sus virtudes pero desgraciadamente un gran defecto las eclipsó todas; debido a una construcción muy aligerada de pesos y a la forma de su casco, el Stockholm era muy proclive al balance, hasta tal punto que las malas lenguas hablaban de el como el peor buque de línea en el Atlántico y se llegaba a decir que la orquesta a bordo tocaba al compás de las arcadas que daba el barco. Exageraciones al margen lo cierto es que el problema persistió durante años pese a los múltiples parches en forma de lastres hasta que en 1956 se le añadieron unos estabilizadores Denny Brown que corrigieron de manera definitiva el problema.

El resultón (y llamativo) Stockholm.
(Fuente: ssmaritime.com)

Paradojas de la vida, el mismo año que el Stockholm resolvió su principal problema se convirtió también en el año más importante de su carrera. Nada hacía presagiar el terrible trance que se cernía sobre el elegante buque sueco…

Más sobre la apasionante vida de este pequeño navío en la siguiente entrada…