El 25 de julio de ese año el Stockholm salía de Nueva York en lo que
previsiblemente sería una travesía más hacia tierras suecas. La
casualidad quiso que el transatlántico Andrea Doria de la Italian Line, uno de los
más famosos de la época, cruzara el Atlántico en rumbo opuesto al buque sueco y que, a punto de finalizar su travesía, se encontrara ya próximo al puerto de Nueva York.

(Fuente: Boston Daily Globe)

Ya de noche, los dos barcos navegaban de vuelta encontrada muy próximos entre sí y practicamente en rumbo de colisión (el Andrea Doria lo hacía en mitad de un espeso banco de niebla) y pese a que ambos buques tuvieron constancia de la existencia el uno
del otro 17 minutos antes de la colisión gracias a sus respectivos
radares, una serie de nefastas maniobras y malentendidos dio lugar a una de las mayores
catástrofes marítimas del siglo XX. Mientras el Andrea Doria navegaba
entre la niebla, el capitán de la nave Piero Calamai vio surgir de entre la oscuridad de la noche las luces del buque sueco y en un acto reflejo dio orden de
«todo a babor». Fue una maniobra tan desesperada como inútil y el 
Stockholm embistió brutalmente por el costado de estribor al Andrea
Doria
a las 23 horas y 11 minutos. En ese preciso instante el tiempo se detuvo para 46 de los
pasajeros del transatlántico italiano.

La proa del Athena parece abatirse sobre nosotros como si 
nos hallásemos en el costado de estribor del Andrea Doria.

La
cortante proa penetró en la nave italiana como lo hace un afilado
cuchillo en un trozo de mantequilla hiriendo de muerte al Andrea Doria. El que las consecuencias del choque fuesen tan trágicas se debió a la enorme velocidad que llevaban ambos buques; se calcula que en el momento del impacto el Stockholm navegaba a unos 19 nudos mientras que el Andrea Doria lo hacía a unos sobrecogedores 22,5 nudos. Al factor de la velocidad hay que sumarle el hecho de que el Stockholm, al ser un buque que cubría una ruta tan al norte, estaba diseñado para navegar entre hielos y su proa estaba especialmente reforzada para seguir la estela de barcos rompehielos. Da
cuenta del brutal impacto el que, pese a estar reforzada, la proa
del buque sueco se desintegró en su sección más distal en unos 20 metros
como consecuencia del movimiento de avance que mantuvo el transatlántico
italiano durante el impacto.

En este diagrama se puede ver a los dos barcos justo después del impacto. 
También nos sirve para hacernos una idea de la diferencia de tamaño 
entre las dos naves.
(Fuente: andreadoria.org)

Una
verdadera conjunción de nefastas casualidades contribuyó a aumentar la tragedia. Por
un lado la diferencia de tamaño entre ambas naves (el Stockholm era
mucho más pequeño que el Andrea Doria) hizo que la proa del barco sueco
hiciese diana justo a la altura de las cubiertas del trasatlántico
italiano donde se situaban la mayoría de los camarotes. Para rematar la
desgracia la hora del accidente, cercana a la medianoche, provocó que la
mayoría de pasajeros del Doria se encontrasen ya durmiendo en sus
camarotes.

Este gráfico muestra en un corte transversal del Andrea Doria las cubiertas 
sobre las que incidió la proa del Stockholm. Todas eran de pasaje y estaban 
repletas de camarotes lo cual aumentó el número de muertos.
(Fuente: andreadoria.org)

Afortunadamente
a veces la casualidad tiene su faceta positiva; cuando la proa y el
costado de estribor de los involuntarios protagonistas se separaron en
mitad de un ensordecedor ruído, entre la oscuridad de la noche unos
lamentos surgieron del amasijo de hierros en que había quedado
convertida la parte delantera del Stockholm. Al ir a indagar, un
tripulante del barco se encontró a una niña sobre su cama que entre
sollozos preguntaba por su madre. Tras preguntarle su nombre comprobaron
que no aparecía en el listado de pasajeros del Stockholm y entonces se
dieron cuenta de lo que había sucedio en realidad; la proa del buque
sueco, al penetrar en el Andrea Doria se había deslizado justo por debajo
de la cama de la niña siendo arrancada literalmente de las entrañas del
navío italiano junto a parte de su camarote. Absolutamente milagroso.
Desgraciadamente el milagro no fue completo puesto que la hermana y la
madre de la niña murieron como consecuencia del impacto.

Ilustraciones en los medios relatando la catástrofe.

Si
la historia de Linda Morgan, que asi se llamaba la niña, tiene tanta fama es gracias a un detalle que pone la guinda a una casualidad increible: Linda hablaba castellano y el tripulante que la
encontró sin pretenderlo (estaba buscando supervivientes de su propia
tripulación) y la rescató de entre los hierros era un español y el único
de toda la dotación del barco escandinavo que hablaba castellano.

Tras el impacto el Stockholm quedó fondeado de forma forzosa al soltársele las cadenas de las anclas, pero a pesar de haber quedado seriamente dañado en la proa no corría riesgo de hundirse. El Andrea Doria no tuvo la misma suerte; en pocos minutos escoró de forma alarmante hasta alcanzar los 20º, un punto de no retorno que dejaba al navío condenado. Era sólo cuestión de tiempo que el Andrea Doria zozobrase y al igual que le ocurriera 44 años atrás al capitán Edward Smith en su insumergible Titanic el capitán Calamai se encontraba con que no tenía botes suficientes para todas las personas que iban a bordo; la tremenda escora impedía usar los botes de babor con lo que las plazas disponibles se reducían a la mitad.

El Andrea Doria fuertemente escorado. Se aprecia claramente que los botes de 
babor no han podido ser utilizados debido a la gran inclinación de la nave.
(Fuente: ssmaritime.com)

Afortunadamente varios barcos llegaron a tiempo para auxiliar al pasaje y a la tripulación del gigante herido. Así con la ayuda de los botes del propio Stockholm, del carguero Cape Ann, del William H. Thomas, y sobre todo del transatlántico Ile de France, que rescató a 758 personas, se consiguó poner a salvo a todos los ocupantes del barco salvo los que perecieron en el momento del choque. Tras permanecer en la zona en busca de algún desaparecido los pasajeros y la tripulación del navío francés fueron testigos de como a las 09:45 horas el Doria empezó a zozobrar para desaparecer en unos pocos minutos de la faz de la tierra mientras era despedido por las sirenas de los barcos presentes en la zona del accidente.

El Andrea Doria da sus últimos estertores antes de iniciar su  viaje hacia
 las profundidades del Atlántico. 
(Foto: Harry Trask)

El
Stockholm consiguió llegar por sus propios medios al puerto de Nueva
York
, aunque había pagado un alto precio; 5 de los miembros de su
tripulación habían perecido en el brutal choque y su proa había
desaparecido. A bordo llevaba a 542 náufragos del Andrea Doria, la
mayoría miembros de la tripulación, lo cual no contribuyó a poner del bando italiano a
la opinión pública. Al ver entrar al pequeño Stockholm en la bahía
del Hudson escoltado por varios buques y con su inexistente proa, la
multitud de curiosos que se agolpaban en los muelles no podían dejar de
preguntarse ¿como un barco tan pequeño podía haber causado un daño tan
grande?

 El Stockholm entra por sus propios medios en el puerto de Nueva York 
escoltado por varias unidades de la guardia costera.
(Fuente: ssmaritime.com)

 Más sobre la historia del Athena en el siguiente post…