El legendario RMS Queen Mary en su retiro vacacional.
(Fuente: telepathicstuntman.com)

Hace unas semanas el futuro del mítico transatlántico Queen Elizabeth 2 parecía aclararse tras un largo período de variados rumores que incluso llegaron a señalar un trágico final para este legendario navío en algún desguace asiático. El buque, que durante varios años permaneció atracado en Dubai como una víctima más de la crisis mundial que nos azota y que frustró los planes del emirato de convertirlo en una atracción turística más en mitad del desierto, finalmente ha sido vendido a un consorcio empresarial que pretende convertir al transatlántico en un hotel flotante y situarlo en una ubicación aún por determinar como Hong Kong o Singapur. Pese a que pueda gustarnos más o menos su destino o la función a desempeñar, lo cierto es que la noticia se podría considerar toda una suerte puesto que el final al que se ven abocados estos pedazos de historia flotantes en la mayoría de los casos es bastante funesto, siendo el destino más frecuente alguna playa infernal en Asia para acabar reducidos a un montón de herrumbrosos restos deformes. Por suerte hay excepciones (las menos) y en alguna que otra ocasión, como en la que de momento se encuentra mi amada Elizabeth, los condenados a muerte gozan de una prórroga al ser comprados para su uso en mil y un cometidos. Esta entrada pretende ser una breve reseña de los que escaparon de ese macabro final.

El majestuoso Queen Elizabeth 2.
(Fuente: simplonpc.co.uk)

Se podrían citar muchos casos pero por no explayarme demasiado (y por no aburrirles) citaré sólo los más conocidos, y entre ellos figura el RMS Queen Mary, el otrora emblema de la naviera británica Cunard y considerado por muchos como el mejor transatlántico de todos los tiempos fue jubilado a traición por un nuevo ingenio mecánico ante el que el viejo Cunarder no pudo hacer nada, a no ser que le pegaran unas alas; se trataba del avión a reacción que con su expansión en la década de los 60 se adueñó de los viajes transoceánicos y mandó a los libros de historia a los enormes transatlánticos sin excepción alguna, «reinas» incluidas.

El Queen Mary atracando en los «docks» de Manhattan con la ayuda de varios 
remolcadores en una imagen tomada en 1953. Al fondo y en el muelle de la 
 U.S Lines se puede ver atracado al SS United States (otro de los míticos) 
y por detrás de él al SS America.
(Foto: John E. Pritchett)

Tras más de 30 años al servicio de la compañía, en 1965 la Cunard anunció que su icónico transatlántico, el Queen Mary (junto a su cuasigemelo Queen Elizabeth) sería dado de baja. Desde el mismo momento en que se dio a conocer la noticia las ofertas por hacerse por el gran Cunarder, la mayoría de ellas realizadas por astilleros asiáticos para desguazar la nave, no se hicieron esperar pero en un gesto de misericordia la naviera decidió aceptar la oferta del ayuntamiento de Long Beach (California) que se compró el transatlántico por unos 3´5 millones de dólares. Tras recorrer casi 4 millones de millas náuticas en toda su carrera comercial el Queen Mary zarpó por última vez de Southampton el 31 de octubre de 1967 y tras un largo viaje de despedida (con parada en Las Palmas incluida) llegó a su destino final el 9 de diciembre. Dos días después el buque fue transferido al ayuntamiento de Long Beach y desapareció del registro de buques británico tras más de 30 años.

El enemigo acecha: Este cartel, presente aún en los corredores del 
Queen Mary, se colocó en la nave durante los tiempos de la II Guerra Mundial. 
En él se puede leer la advertencia de no arrojar objetos por la borda para no 
revelar el rumbo del buque a submarinos enemigos.
(Fuente: telepathicstuntman. com) 

Tras llegar a los E.E.U.U. el Queen Mary sufrió una profunda reforma para su transformación en hotel, centro de convenciones y museo que duró unos dos años. Dicha reforma se centró en reconstruir el interior de la nave sin alterar el aspecto exterior; para entendernos mejor diremos que lo que hoy en día vemos del Queen Mary es sólo el «envoltorio» y que lo demás ha desaparecido. Así durante la transformación se eliminaron las hélices, la sala de calderas, los turbogeneradores, los estabilizadores y la planta de tratamiento de agua, es decir se retiraron todas las entrañas del buque salvo la sala de máquinas de popa. Para evitar que toda la eliminación de peso de las cubiertas inferiores influyera en la estabilidad del barco los tanques de combustible se llenaron de tierra para mantener el centro de gravedad de la nave lo más bajo posible.

El Queen Mary en su emplazamiento actual en Long Beach, California.
(Foto: Philip Greenspun)

En mayo de 1971 el Queen Mary volvió a abrir sus puertas, al menos parcialmente mientras que distintas partes del buque fueron reabiertas con el paso del tiempo aunque inicialmente el éxito económico del proyecto fue bastante discreto. Con los años la explotación del Queen Mary como atracción turística cambió de manos varias veces pero lo cierto es que pese a pasar por dificultades a lo largo de este tiempo el antaño mítico liner ha llegado a nuestros días de una pieza (al menos por fuera) y sigue cautivando a las actuales generaciones que se acercan a ver los más de 300 metros de historia atracados en tierras americanas.


Ayer y hoy: El 26 de febrero de 2006 el Queen Mary 2 (al fondo) conoció a 
su predecesor durante una visita al puerto de Long Beach.
(Foto: Thomas McConville)

Otro de los míticos que también salvó el pellejo fue el SS Oriana (no confundirlo con el actual, que es MV Oriana). Quizás no resulte tan conocido para el gran público como el RMS Queen Mary pero entre los que gustan de este mundillo, este buque goza de una fama bien ganada. Botado en 1959 para la Orient Lines, tras la absorción de ésta por parte de la P&O en 1966, el buque pasó a lucir los colores tradicionales de esta compañía y que perduran a día de hoy. El Oriana operó con éxito hasta 1986 año en el cual su naviera decide retirarlo del servicio activo al volverse antieconómico por los altos costes de mantenimiento y tras dos meses amarrado a la espera de una solución a su futuro finalmente es vendido a intereses asiáticos para realizar labores de hotel flotante en Osaka (Japón). Esta actividad resultó un completo fracaso al tratarse de un proyecto absurdo de pies a cabeza; basta decir que entre otras brillantes innovaciones, sus dueños pensaron que pintar de rosa las chimeneas del pobre navío resultaría una buena idea (sin comentarios). Tras el fiasco comercial, el Oriana tuvo una segunda oportunidad y se vendió a China donde sirvió como atracción turística en Shanghai hasta 2002, fecha en la cual cambió de ciudad para irse a Dalian a desempeñar las misma labores.

El sensacional SS Oriana.
(Fuente: seadogs-reunited.com)

Sin embargo, y pese a que el Oriana fue uno de esos buques que gozó de una segunda oportunidad tras su retirada, el destino le tenía reservado un triste final; el 16 de junio de 2004 la ciudad de Dalian fue azotada por una gran tifón que provocó que la nave escorara a babor y se inundaran sus cubiertas inferiores. Los propietarios del buque consideraron la opción de restaurar el buque pero tras verificar los cuantiosos daños causados por la tormenta se vio que el costo de la operación era inasumible y el Oriana fue vendido para chatarra a unos astilleros de Zhangiagang (China) donde fue desguazado. Pese a este abrupto final lo cierto es que tras retirarse del servicio activo como buque de línea para la P&O, el Oriana gozó de 18 años de vida en los que alcanzó una gran popularidad sobre todo hacia al final de ésta cuando se convirtió en el emblema de la ciudad de Dalian.


Tras el paso del tifón el Oriana quedó inundado y fuertemente escorado a babor (arriba). 
Los daños fueron tan grandes que el buque fue enviado al desguace tras ser adrizado (abajo).
 
(Foto arriba: ssmaritime.com)
(Foto abajo: autor desconocido)

Muchos de los fans de este tipo de buques afirman que un final más digno para ellos es el desguace antes que actuar a modo de barraca de feria como en los casos del Oriana o del Queen Mary, en algún rincón remoto del mundo, lejos del lugar al que pertenecen donde no se honra de la forma adecuada todo lo que simbolizan este tipo de barcos. Siendo prácticos el fin primordial de estas joyas marítimas es navegar y llegado el punto en el que no pueden hacerlo no tiene mucho sentido el seguir manteniéndolos, pero yo soy de la opinión de que es mejor conservarlos, aunque sea realizando tareas un tanto comprometidas que verlos varados en una playa siendo reducidos a escombros, a fin de cuentas muchos de ellos forman parte importante de la historia del pasado siglo y tener la oportunidad de visitar alguna vez en la vida alguno de estos míticos navíos aunque ahora ya no naveguen es toda una oportunidad para aquellos que por edad no tuvimos la suerte de verlos surcar los mares.

Bienvenido al infierno. Las navieras de todo el mundo sulelen mandar 
sus buques al desguace a lugares infames y sin las más elementales 
normas de seguridad como Alang (India),  Gadani Beach (Pakistan) o 
como el de la foto, Chittagong (Bangla Desh)
(Foto: autor desconocido)

Durante meses se ha luchado por llevar al Queen Elizabeth 2 al Reino Unido, concretamente a un emplazamiento en el río Támesis, en el centro de la populosa ciudad de Londres. La belleza del proyecto residía en que de esa manera el transatlántico volvería a su casa y los británicos y todos aquellos que visitasen su fascinante capital volverían a disfrutar de «Liz»  5 años después de finalizar su carrera comercial; quien mejor que ellos para apreciar a esta joya de la ingeniería naval como se merece. Precisamente un proyecto idéntico se llevó a cabo de forma exitosa con uno de los congéneres del Queen Elizabeth 2, el SS Rotterdam.

El Queen Elizabeth 2 atracado a los pies del Sydney Harbour Bridge.
(Foto: autor desconocido)

Inaugurado el mismo año que el SS Oriana, el buque fue construido por la Rotterdam Drydock Company mij para la Holland America Line. El Rotterdam gozó de una longeva carrera llena de éxitos siendo un buque muy popular en la década de los 70 y los 80 tras su reconversión de transatlántico a buque de crucero. En 1997 con la entrada en vigor del nuevo reglamento SOLAS (iniciales de Safety Of Life At Sea) los propietarios del buque anunciaron que los trabajos para adecuar el buque a la nueva reglamentación eran inviables economicamente y que el Rotterdam sería dado de baja a finales del mes de septiembre de ese mismo año. Su hueco lo ocupó un buque con el mismo nombre, el sexto en la estricta tradición marinera de nombres de la Holland America Line.

Vista aérea del SS Rotterdam.
(Fuente: cruisefans.nl)

A diferencia de la suerte que corrieron muchos de sus compañeros de profesión, el Rotterdam no fue enviado al desguace y la compañía aceptó una oferta realizada por la naviera Premier Cruises. Esta compañía se especializó a finales de los 90 en ofrecer cruceros baratos en buques ciertamente obsoletos próximos al final de su vida útil pero a los que se podía sacar aún ciertos beneficios operándolos con un mantenimiento bastante precario. Así el Rotterdam se unió a la flota de cacharros flotantes de la Premier Cruises siendo rebautizado con el nombre de SS Rembrandt. Con todo su segunda vida fue relativamente exitosa demostrando que el que tuvo, retuvo, pero tras dos años de servicio la Premier Cruises se declaró en bancarrota en septiembre de 2000 quedando el Rembrandt abandonado a su suerte en Freeport (Bahamas). 

El SS Rotterdam, ya rebautizado como Rembrandt pudriéndose en Bahamas.
(Fuente: halfansite.nl)

Mientras el buque permanecía condenado al ostracismo en el puerto caribeño y a la espera de un trágico final, en mayo de 2001 un rayo de esperanza se abrió camino en su negro futuro con la creción de la «Fundación para la Conservación SS Rotterdam« cuyo objetivo era llevar al buque a la ciudad que le diera su original nombre convirtiéndolo allí en una atracción turística. Tras años de problemas financieros y miles de rumores finalmente se consiguió el dinero necesario para financiar el proyecto y después de tres años y nueve meses detenido en Bahamas el SS Rotterdam fue remolcado hasta Gibraltar para iniciar los trabajos de recuperación del buque.

(Foto: Cees de Bijl)


 

Tras las operaciones llevadas a cabo en la colonia inglesa, que se alargaron más de lo previsto por temas económicos, el buque fue llevado a Cádiz donde el SS Rotterdam recuperó su color gris original completando su periplo finalmente en Rotterdam, adonde llegó en agosto de 2008. Allí se llevaron a cabo los trabajos finales de reconversión y dos años después, el 15 de febrero de 2010 el SS Rotterdam abrió al público como museo, hotel y escuela de formación profesional. En la actualidad el buque es una de las principales atracciones de la ciudad y el símbolo más reconocible del que es el puerto más grande de Europa, demostrando que en el caso de los legendarios navíos de antaño la historia también puede y debe ser conservada para que pueda ser disfrutada por las generaciones venideras.

El SS Rotterdam maravillosamente restaurado es ahora el emblema 
del puerto que le da su nombre.
(Foto: Mike Souter)

Es una lección que deberíamos tener presente siempre pero que raramente se cumple en el mundo naval, basicamente por razones economicas que en la mayoría de las veces hacen que el final de estos tesoros marítimos no sea el mismo que corrieron en su día los RMS Queen Mary, SS Oriana o SS Rotterdam, simples excepciones que confirman una fatal regla. Desgraciadamente los casos en los que estas joyas desaparecieron para siempre bajo la dictadura del soplete son los más habituales pero eso ya es otra historia…

(Foto: Malcom Oliver)