Por mucho que nos resistamos o nos cueste aceptarlo el verano se nos fue hace ya unas cuantas semanas para no volver (hasta el año que viene, tranquilos). El llamado veranillo de San Miguel nos mantuvo en una cálida ensoñación durante unas cuantas jornadas pero la llegada de las inevitables inclemencias meteorológicas nos han devuelto a la realidad; la lluvia quiere su cuota de protagonismo y ha venido para quedarse con nosotros durante un tiempo, algo a lo que los coruñeses ya estamos más que acostumbrados. Como también lo estamos a otro fenómeno habitual por nuestra costa que se ha convertido ya en un clásico de la bahía herculina: Les hablo del mar de fondo.

Hoy el mar de fondo es el protagonista.

Tanto los que se acercan a nuestra costa de manera puntual como los habituales de la zona tienen que padecerlo mal que les pese. Aquí no se salva nadie; ni las pequeñas embarcaciones pesqueras ni los numerosos mercantes con sus variopintas cargas. Tampoco los cruceros que nos visitan asiduamente con el hándicap estos últimos de llevar a varios centenares de huéspedes, cuando no miles, a bordo que no suelen apreciar demasiado esta «delicatessen» típica de nuestra tierra. A la hora de padecer los rigores atmosféricos, en este caso el oleaje, las consecuencias sobre sus víctimas dependerán del tamaño de las mismas y de sus cualidades marineras, una característica esta última de la que tampoco son grandes ejemplos los modernos buques de pasaje (cosas de sacrificar el calado a costa de poder entrar en el mayor número de puertos posibles). Ya el pasado día 3 el Crystal Symphony disfrutó de una salida bastante movida camino de tierras portuguesas y el pasado día 7 fueron el Nautica y el Seven Seas Voyager, de visita por unas horas en A Coruña, los que degustaron a su salida este plato típico de la gastronomía marítima herculina.

Nautica (al fondo) y Seven Seas Voyager (en primer término) atracaron en la ciudad el pasado día 7.
(Foto: Manuel Candal)

 Procederemos por estricto orden de llegada. El Nautica fue el primero en aparecer por la ría procedente de Bilbao sobre las siete de la mañana y cuando en la ciudad todavía reinaba la noche. Tras un grácil giro en aguas interiores el barco con pabellón de Islas Marshall atracó en la parte más distal del muelle de trasatlánticos concluyendo la maniobra a las 07:40 horas. La del pasado martes es su segunda estancia en A Coruña durante este 2014. 

El Nautica, todo un habitual en nuestra dársena.

 

El Seven Seas Voyager por su parte llegó a la ciudad procedente también de Bilbao sin hacer madrugar en exceso a su selecto pasaje y cuando el reloj pasaba de las 09:00 horas finalizaba su maniobra de atraque en los norays iniciales del muelle de trasatlánticos con su proa apuntando al corazón de la ciudad y dándole la espalda al Nautica. La del pasado día 7 fue la segunda y última visita del buque de bandera bahameña a nuestra urbe tras la realizada el pasado 27 de mayo, y es que se está convirtiendo en norma que este coqueto barco de tamaño medio nos visite un par de veces en cada ejercicio.

El Seven Seas Voyager, no menos conocido que su compañero de amarre.
(Foto: Manuel Candal)

 La presencia conjunta el pasado martes del Nautica y el Seven Seas Voyager supuso el tercer doblete de buques de crucero en los últimos siete días, una marca muy a tener en cuenta y que se traduce en suculentos dividendos para las arcas locales a pesar de que esta vez los pasajeros llegados por vía marítima fueron un número bastante reducido: 1.420 turistas. Esta cifra se explica además de por el discreto tamaño de las naves, por su rol dentro de la industria crucerística y es que tanto Oceania Cruises como Regent Seven Seas, propietarias del Nautica y del Seven Seas Voyager repectivamente, se dedican al segmento premium del mercado, el que ofrece el mejor servicio y calidad posible a bordo a un selecto y pequeño número de afortunados huéspedes. Fueran muchos o pocos lo cierto es que parte de los pasajeros de ambos barcos bajaron a tierra el pasado martes bien para realizar las oportunas excursiones, bien para callejear por el centro de la ciudad pese a que la climatología no les acompañó demasiado; tampoco el estado de la mar por los alrededores era el más propicio para una navegación de placer con la presencia de ese fenómeno tan característico de la costa coruñesa y que nos visitó el mismo día en el que lo hicieron estos dos buques de crucero.

Tanto el Nautica como el Seven Seas Voyager se enmarcan en el sector más exclusivo del mercado crucerístico.

El mar de fondo es el oleaje que se propaga lejos de la zona donde se ha generado y su presencia no tiene por qué guardar relación con el viento presente en la zona donde actúa; por resumirlo de alguna manera el mar de fondo en un área distinta y distante de donde se formó por la acción del viento. A diferencia de la mar de viento, el mar de fondo se caracteriza por sus olas de crestas suaves y periodo regular. Ésto es sólo la teoría pero para una correcta asimilación de conceptos se hace imprescindible la práctica y  nuestros protagonistas del post de hoy tuvieron toda una «masterclass» durante su salida del puerto el pasado martes. Una demostración en vivo y en directo de lo que es un mar de fondo de libro.

El primero en sufrirlo en sus carnes fue el Nautica que tras descansar nueve horas en la ciudad a las cinco de la tarde decidió que ya era suficiente, soltando amarras para dirigirse a su siguiente destino, el puerto de Leixoes. En el exterior del dique le esperaba el tan molesto mar de fondo, con olas de unos cuatro metros; nada que ponga en problemas a buques de semejante porte como los que aparecen en este blog pero lo suficiente para «molestar» a los pasajeros que viajan a bordo, más acostumbrados a la tierra firme que a los vaivenes que de vez en cuando provoca el océano. No todo es malo; la presencia del mar de fondo es un buen elemento para que los shipspotters obtengamos unas fotos más lucidas y el martes pasado no fue una excepción con el navío de Oceania «surfeando» por toda la ría herculina.

El Nautica y sus pasajeros «disfrutando» del clásico mar de fondo coruñés.

Lo que no ayuda sin embargo a «afotar» es la lluvia, y ésta no se quiso perder la maniobra de salida del Seven Seas Voyager, que una hora después que su compañero de atraque decidió enfrentarse al juguetón mar coruñés en su búsqueda de tierras portuguesas (Leixoes también como objetivo). A diferencia del Nautica, el Seven Seas Voyager pareció encajar mejor los golpes lo que no evitó al lujoso buque hacer unas cuantas cabriolas para deleite de los que nos encontrábamos en la costa, mojados, pero tremendamente gozosos con el espectáculo brindado por estos dos corceles flotantes.

El Seven Seas Voyager cabalgando las olas durante su salida.

Ya ven que las inclemencias meteorológicas en el caso de la fotografía naval se padecen pero también se disfrutan y lo que en la mayoría de las veces supone una molestia y un engorro en algunas ocasiones se convierte en todo un espectáculo digno de ver. A todo hay que buscarle siempre el lado positivo.

No quisiera finalizar este post sin agradecerle a Manuel Candal su aportación en forma de maravillosas fotos y a Jose Montero su estupenda compañía bajo la lluvia durante la salida de los dos buques.Con compañeros de afición, las inclemencias meteorológicas siempre son menos.

 
 La dura vida del shipspotter. Mi amigo Jose en plena labor «afotadora» durante la salida del Seven Seas Voyager y bajo una lluvia incesante que no evitó la obtención de estupendas fotografías.