El pasado jueves 23 de mayo tuvo lugar en A Coruña una visita de renombre, de las que se dan de vez en cuando en la dársena herculina y es que el protagonista de la jornada fue uno de esos navíos de los que dan lustre a cada puerto en el que recalan. Les hablo del Saga Ruby, el clásico e icónico buque de la naviera Saga Cruises que permaneció unas horas atracado en el muelle de transatlánticos. El legendario navío llegó a la ciudad poco después de las 9:00 horas procedente del puerto de Cádiz para darle la oportunidad de conocer nuestra urbe a todos aquellos de sus 650 pasajeros que lo quisieran.

(Foto: Manuel Candal)

Quizás a la vista de las fotos o al verlo in situ muchos podrían pensar que por su discreto tamaño este barco debería pasar desapercibido pero lo cierto es que nos hallamos ante una de esas joyas navales (nunca mejor dicho teniendo en cuenta de que se trata literalmente de un «rubí») que ya escasean en los mares y a ello hay que sumarle la especial trascendencia que 2013 tiene para esta bellísima nave.

Fumata blanca en el Saga Ruby.
(Foto: Jose R. Montero)

Como suele ser habitual cada ejercicio, este año destaca en el mundillo crucerístico por algún que otro brillante debut y también por alguna triste despedida. Dentro de estas últimas la del Saga Ruby es la más importante y es que tras 40 años de carrera comercial 2013 será el del adiós para esta leyenda de los mares. Bueno, realmente el Ruby llegará a «comerse el turrón» pero poco más ya que su última singladura concluirá el día de reyes con una fastuosa ceremonia de despedida en el puerto de Southampton tras un viaje transatlántico de 31 días de duración y en el que A Coruña tendrá su lugar destacado al convertirse en el puerto elegido como la última escala oficial para esta vieja dama.

(Foto: Carlos Rapela)

Pese a que los actos de ese día llevan ya meses planificados incluso con todos los billetes de esa última travesía ya vendidos lo cierto es que todo estuvo a punto de irse al garete por culpa de una inoportuna avería sufrida a principios de este año. Cuando ya todo estaba listo para iniciar la que sería la última vuelta al mundo del Saga Ruby, con los pasajeros próximos a embarcar y las provisiones a bordo, se detectó un problema en la veterana maquinaria de la nave. La tripulación se puso a trabajar rapidamente con el objetivo de subsanar el defecto a tiempo de cumplir con el horario previsto pero tras varios días tratando de solucionar la avería y ya con cierto retraso acumulado sobre la fecha inicial de salida finalmente se llegó a la conclusión de que los daños eran demasiado serios y que el viaje debía ser suspendido. La culpa la tenía un cigüeñal roto y no era lo único hecho trizas; también las ilusiones de los 650 pasajeros que veían como se esfumaba el sueño de realizar el viaje de su vida a bordo de uno de los más bellos navíos aún supervivientes y el último buque de pasaje construido en el Reino Unido.

Desde el día mismo que se supo del problema
mecánico los trabajos para volver a hacer latir el corazón del Saga
Ruby
no tuvieron descanso. El mundillo crucerístico miraba con
preocupación hacia el sur de Inglaterra si el paciente daba señales de vida porque había precedentes que
no ayudaban a albergar grandes esperanzas; en muchas ocasiones las graves averías mecánicas de algunos buques hacia su fase final de
carrera comercial los habían condenado a una muerte anticipada e injusta. Así fue como murió no hace mucho el Costa Allegra, por ejemplo. Con el paso de los días seguían sin llegar noticias desde Southampton hasta que por fin a mediados de mes el portavoz de la naviera anunciaba que el Saga Ruby volvería a la actividad comercial a finales de febrero. La comunidad crucerística entonces pudo respirar tranquila.


  El faro de Mera es testigo de la salida del Ruby. En la foto también podemos 
ver a mi amigo Jose Montero lanzandole una buena ráfaga al navío de Saga Cruises.

Después de arruinarse su última vuelta al mundo y tras concluir con éxito la reparación de la máquina con unos trabajos que se prolongaron por espacio de 6 semanas, finalmente el 20 de febrero el Saga Ruby soltó amarras para iniciar la que debería haber sido su última circumnavegación al globo y que fue reducida a un viaje de 66 noches recorriendo Tenerife, Cabo Verde, Río de Janeiro, Buenos Aires o Ciudad el Cabo como paradas más relevantes. Mientras transitaba lentamente por el río Test los fuegos artificiales iluminaron el cielo de la ciudad inglesa para despedir al mítico Ruby, que correspondió a los honores haciendo sonar su bocina como diciendo: «por poco no lo cuento». Hubiese sido bastante injusto que un navío de leyenda como éste hubiese tenido un final tan ingrato. Tras esta última gran travesía, de comienzo tan accidentado el Saga Ruby volvió al viejo continente el pasado 27 de abril para iniciar su última temporada de cruceros por Europa.

A diferencia de sus compañeros de flota, el Saga Ruby mantiene en la chimenea 
los colores clásicos de Saga Cruises.
(Foto: Carlos Rapela)

Un fallo de fiabilidad tan grave como el sucedido a principios de año
en cualquier otro barco se hubiese traducido en una avalancha de
cancelaciones para los posteriores cruceros pero en éste no; los
«saganianos» son una especie aparte y perdonan este tipo de pecadillos, «achaques de la edad» dicen,
de manera que la mayoría de rutas del Saga Ruby para este año, su
último año, gozan de un excelente nivel de ocupación cuando no están
completas ya. Desgraciadamente en ninguna de las restantes travesías
figura el nombre de A Coruña como puerto de escala por lo que
tendremos que aguardar ansiosos a ese 5 de enero del 2014 para volverlo a
ver en el día de su despedida. Seguro que será una jornada memorable con
una extraña combinación de emociones y será inevitable ver escaparse alguna que otra lágrima.

Volviendo
al pasado jueves y tras pasar gran parte de la jornada atracado en el
corazón de la ciudad en un día con una climatología de lo más
deprimente, cuando el reloj marcaba las cinco de la tarde el Saga Ruby
volvió a hacerse a la mar en dirección a Southampton haciendo sonar su
silbato por tres veces con un estruendo que resonó por toda la bahía. Echaremos de
menos ese sonido y la próxima vez que lo volvamos a oir contendremos la respiración
a sabiendas de que será la última vez que escuchemos su grave y
legendaria voz retumbar en todos los rincones de la ciudad y que al tercer pitido se hará el silencio para
siempre.

Para acabar quisiera dar las gracias a todos aquellos que han aportado fotos para la elaboración de esta entrada, que en esta ocasión no han sido pocos: Manuel Candal, Jose Montero y Carlos Rapela, éste último colaborando por primera vez en el blog. ¡Bienvenido!.