Si de algo pecan los actuales diseños navales en lo tocante a buques de crucero, además de una total carencia de gracia, es de una galopante desproporción. Dicha característica que por supuesto se ciñe a lo meramente estético y no afecta en absoluto a cuestiones de seguridad, es consecuencia de la tendencia del sector a la gigantización; lo de «cuanto más grande mejor» pese a que pueda tomarse la expresión con un doble sentido parece la norma en la industria crucerística  desde unos años hacia aquí y las navieras se pelean por tener el navío más grande realizando proyectos faraónicos, lo que da lugar a que en ocasiones a los que vemos los toros desde la barrera (en este caso desde la costa) muchas veces nos cueste distinguir si miramos a un barco o a un edificio hasta que el ingenio mecánico se pone en movimiento. Afortunadamente no siempre se cumple la norma y hoy el protagonista de la entrada es una de esas excepciones que confirman la regla; se trata del buque Marina que el pasado 7 de septiembre visitó nuestra ciudad en su primera y única escala prevista para este año en A Coruña.

Procedente de la ciudad francesa de Lorient el buque propiedad de la naviera Oceania Cruises llegó a la bahía coruñesa a una hora poco habitual para lo que suele ser habitual en este tipo de naves y su silueta se dejó ver a la altura de la Torre de Hércules minutos antes del mediodía. Lo de dejarse ver es una manera de hablar porque a su recibimiento acudió un impresionante chubasco que ocultó por completo la figura del buque que se aproximaba arruinando de paso la labor «afotadora» de los shipspotters apostados en aquel instante en diversos puntos de la costa. Minutos más tarde el Marina atracaba en el muelle de trasatlánticos para permitir que sus 1.200 pasajeros pudieran bajar a tierra para realizar las excursiones contratadas o bien callejear un poco por la urbe a la que acababan de llegar pese al mal tiempo reinante.

La climatología no acompañó la visita del Marina el pasado domingo.

A la vista de las fotos del Marina navegando por la ría coruñesa  los más puristas rebatirán lo afirmado en el inicio de este post y en parte no les falta razón; en esencia el Marina es más de lo mismo: 4 ó 5 cubiertas inferiores con las estancias públicas más relevantes como el teatro y el restaurante principal, 5 cubiertas en el centro de la nave con los 629 camarotes del barco, el 90% de ellos con balcón privado como exige la moda actual de la industria, y las cubiertas superiores abiertas al exterior donde cobran protagonismo las piscinas y las pistas para alguna actividad deportiva. El esquema se repite una y otra vez de manera invariable en los últimos años en casi todas las creaciones salidas de los principales astilleros europeos donde nacen estos colosos marinos. Donde el Marina establece la diferencia es en la proporción…

…Porque en un mundo dominado por gigantes cuesta encontrar alguna nave nacida más allá de mediados de la década pasada y que no tenga dimensiones hercúleas; Las hay, pero suelen ser unidades muy especializadas, del tamaño de yates privados y dedicadas a un mercado muy exclusivo; los llamados barcos-boutique del estilo Seabourn o Compagnie Illes du Ponant. Fuera de eso el mundo lo dominan «bestias» que si no sobrepasan las 100.000 toneladas de registro bruto las rondan amenazadoramente. Y es en este contexto donde surge el Marina en tierra de nadie rompiendo las reglas establecidas.

En la actualidad no es fácil encontrar un buque de tamaño medio y de reciente construcción.

Y es que el buque que nos visitó el pasado domingo puede que cumpla todos los estándares establecidos en cuanto a diseño pero está bastante lejos de la definición de coloso; Con sus 66.084 toneladas, 251´5 metros de eslora, 32´2 metros de manga y 7´3 metros de calado lo consideramos un ejemplo perfecto de buque de tamaño medio, esa clase que ahora ocupan los otrora gigantes de los años 90. Pero ¿por qué el Marina (y su gemelo Riviera) fueron creados tan anémicos de toneladas pese a haber nacido en plena era de los gigantes?

Para explicar ésto tendriamos que hablar con más detenimiento de su propietaria, Oceania Cruises. Nacida en el 2002 y con sede en la meca de los cruceros, la ciudad estadounidense de Miami, esta naviera está destinada al segmento premium del mercado ofreciendo un esmerado servicio a bordo, opciones gastronómicas de altísima calidad e itinerarios que buscan diferenciarse de las compañías más generalistas. En definitiva lujo en cantidades industriales. Lo normal es que cuanto mayor es el lujo y la exclusividad que una naviera quiere ofrecer a sus pasajeros más pequeño es el tamaño de los barcos con los que suele operar para que el ratio pasajero/tripulante sea lo más próximo a 1. Traducido al cristiano; si pretendo conseguir la excelencia en el servicio a bordo trataré de incluir una tripulación similar en número o casi a la del número de pasajeros (que esa relación sea lo más próximo a 1), algo que resultaría inviable si mi intención fuera embarcar a  3.000 turistas, por ejemplo. Por eso los barcos de estas exclusivas compañías suelen ser muy pequeños.

El problema es que el Marina, si bien no es un gigante de los mares tampoco es un buque de reducidas dimensiones; es evidente que tiene que haber algo más, y lo hay. Otro indicativo del lujo en estos palacios flotantes es el ratio espacio/pasajero o dicho de otra manera cuanto barco «le toca» a cada turista; en esta cuestión el Marina es uno de los buques más exclusivos del panorama mundial con un ratio de 52´8 cuando la frontera entre un servicio óptimo y lo que ya consideraríamos lujo se encuentra en torno al 40. La clave para conseguir esta cifra es su «aforo limitado»; el Marina es un buque muy grande para la capacidad de pasaje que alberga; así el Oriana, de parecidas dimensiones, puede llevar a bordo a casi 2.000 pasajeros mientras que nuestro protagonista de hoy aloja en capacidad máxima tan sólo a 1.252 huéspedes. En resumen el Marina es pequeño para lo habitual en la industria pero grande para la cantidad de pasajeros que lleva, algo completamente ilógico, y cuando un buque presenta unas cifras ilógicas no es porque sus diseñadores hayan perdido el juicio sino porque estamos ante un buque altamente especializado. ¿especializado en que?. En el caso concreto del Marina en ofrecer lujo a raudales. En este aspecto nos hallamos ante un buque perfectamente proporcionado.

NO siga la flecha (o se irá contra las rocas).

Alcanzar esta proporción, eso sí, no resulta barato. Si piensan que un buque próximo a las 70.000 toneladas cuesta más o menos la mitad que construír uno de 140.000 les diré que, sintiéndolo mucho, no podrían estar ustedes más errados. Como comparar costes de producción entre buques de tamaños muy dispares resulta poco útil los que se dedican a hacer números en la industria del crucero utilizan un valor que, a la hora de comparar y calcular los futuros beneficios viene más al caso; es el coste por camarote, una manera bastante simplista de calcular costes dividiendo el total de la factura del buque en cuestión por el número de camarotes que lleva. Elemental pero muy efectivo. Si tomamos  un gigantesco buque a modo de comparación como nuestro archiconocido Independence of the Seas tenemos que el coste por camarote de este sensacional navío fue de 250.000 euros. El Marina, cuyo tamaño es menos de la mitad que el gigante de Royal Caribbean, tuvo un coste estimado de 800.000 euros por camarote, más del triple que el Independence. Sobran las palabras.

Una excepción en un mundo de gigantes: El Marina (abajo) queda en evidencia en cuanto a tamaño si lo comparamos con algunos gigantes del sector. Por un lado el Allure of the Seas (arriba) buque de pasaje más grande del mundo y construído en el mismo año que nuestro protagonista. El Independence of the Seas (enmedio) dobla en tonelaje al buque de Oceania Cruises.
(Fuente: cruise-ships.com parcialmente modificado)

Una factura así sólo se explica si en su concepción se ha utilizado de lo bueno lo mejor como así sucede en este caso; el equipamiento del Marina en cuanto a lo tecnológico es de última generación y de los interiores se ha encargado el afamado estudio de arquitectura noruego Yran & Storbraaten, un nombre que en el mundillo naval equivale a hacerlo a Lagerfeld o Versace en el mundo de la moda. Para lograr una atmósfera exclusiva y acogedora estos genios del diseño no escatimaron en el uso de materiales nobles para crear un ambiente a bordo elegante y sofisticado; allí donde mires en el interior de este barco sólo se ve calidad y buen gusto a partes iguales. Equilibrado. Proporcionado. El santo y seña de este sensacional navío.

 Poca foto para lo que hay: Una de las tres suites del armador a bordo del Marina. Situadas a popa a estos complejos de 186 metros cuadrados cada uno no les falta detalle: vestíbulo en la entrada, una enorme sala de estar, dos jacuzzis (uno de ellos en la enorme terraza), dos vestidores, segundo baño para visitas y salón de música con piano (no es broma). La ropa de cama es de Ralph Lauren.

 Volviendo al pasado domingo y tras una tranquila estancia en nuestra ciudad disfrutando de una climatología que definiremos de forma eufemística como complicada, finalmente y cuando el reloj se acercaba a las 20:00 horas el Marina se puso de nuevo en movimiento y tras dar atrás y girar a la altura de la terminal de petroleros enfiló la canal Oeste para dirigirse a su siguiente destino, el puerto de Leixoes. Sin más visitas por este año tendremos que esperar al 2015 para volver a ver a esta nave tan especial que, si bien no nos devuelve a la época en la que los barcos tenían forma de barcos y no de edificios móviles, al menos si recupera unas dimensiones más humanas y desde luego mucho más proporcionadas que las de los buques actuales.

Rumbo Leixoes.